CREO que es indispensable, es mi deber, escribir una carta pública a mi alcaldesa, que tomó la makila de mis manos. Y quisiera expresarme de la mejor manera posible.

Querida Izaskun:

La decisión de renuncia que has tomado es de suma importancia para mí, igual que para ti, para el pueblo, para el partido y para la conciencia abertzale.

En su día, participé junto a una muchedumbre de mungiarras en la colocación de la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento. Era una inmensa alegría. Posteriormente, se llegó a un acuerdo consensuado por el que se podía seguir poniendo la ikurriña siempre que no estuviese izada en el balcón consistorial. Esa fue la razón de que la colocáramos en un sitio preferente, frente a la casa consistorial, donde permanece junto a la enseña local, y encima de las columnas fusionas de la M de Mungia, como un símbolo histórico de la unión del Ayuntamiento de la Villa y de la Anteiglesia, realizada en el año 1900, por la que se instauró como Anteiglesia de Mungia (Mungiako Udala).

Durante las dos legislaturas que estuvimos en la misma corporación, tú como teniente de alcalde y yo como primer regidor, hicimos grandes cosas. Estableciste cantidad de iniciativas que el pueblo te agradecerá. Todo el área de la mujer, de dependencia, de la drogadicción, inmigrantes, residencia... Le diste una vuelta total al área social. No puedo relatar aquí todas y cada una de las actuaciones que tuviste porque sería interminable.

El año 2007 tomaste la makila de mi mano e hiciste como alcalde cuatro años totalmente exitosos, de forma que el partido te reeligió por tu intachable servicio y el pueblo te avaló con sus votos.

Sin embargo, en esta tu segunda legislatura te llegó una misiva que cambió tu estatus. Puede que por la envidia que sustentan los conocidos como españoles para que su nacionalismo imperialista no se sintiera olvidado ni marginado y pudiera imponer su orgullo por encima de los valores tradicionales del pueblo, del nuestro. Aquella carta te obligaba a realizar un acto en contra de muchas conciencias, pero ya en aquel momento lo tomaste muy en serio, quizás demasiado en serio. Era mucha la responsabilidad que asumías.

Recuerdo que me decías: “¿Por qué me ha tocado a mí la obligación de poner la bandera española? Cuando en nuestro pueblo ha reinado la paz y la gente se siente a gusto... Cuando la roja y amarilla nos trae tan malos recuerdos de la dictadura... Hasta ahora nadie se ha quejado de la situación existente. ¿Vamos a volver al estadio anterior después de todo el sufrimiento padecido y en una época de normalización de las conciencias sociales y personales?”.

Una vez más, los esfuerzos que realizó la generación anterior contra el muro levantado por Franco y sus adalides quedan frustrados. ¿Qué pasa? ¿Se sienten minusvalorados o sus conciencias no están tranquilas? ¿Es que sus ideas fundamentales hacen agua en la democracia?

No quisiera que este importantísimo acto repercutiera en tu vida personal, como ha sucedido con toda una generación quemada durante los famosos cuarenta años anteriores. La vida sigue. Habrá que seguir luchando con las armas que nos otorga la democracia. Democracia que no siempre responde a su contenido. Hará falta una revisión, pues la política se está reduciendo a los procesos electorales, cuando debe ser la conciencia la que dicta el quehacer diario. Pero, en tu caso, tus cualidades éticas y morales te ayudarán a tomar con energía el futuro.

Besarkada aundi bat.