LA vida solo se comprende mirando hacia atrás, pero solo puede ser vivida mirando hacia delante". Esta profunda referencia, que invita a la reflexión y al razonamiento, fue alumbrada por un notable filósofo danés, precursor del movimiento existencialista. Su nombre, casi impronunciable, es Soren Aabye Kierkegaard.

Debo reconocer que mi descubrimiento de Kierkegaard fue tangencial, en aquellos años de mocedad en los que se estudiaba filosofía y nada hacía suponer que tal enseñanza computara en los informes PISA. Su figura aparecía un tanto eclipsada en los libros de texto, a continuación de Kant y Hegel, y como su obra aparecía recogida en las últimas páginas del curso, su pensamiento pasaba inadvertido en el calendario docente, siendo muy improbable que los exámenes de selectividad recogieran una pregunta que le mencionara. Así que Kierkegaard pasaba de refilón y rápidamente.

Pero hete aquí que otra asignatura, la literatura, vinculada esta vez a la figura de Miguel Unamuno, señalaba como enlace obligado al pensador danés, por lo que no me quedó más remedio que hacer un hueco al estudio de sus ideas. De allí extraje la cita de referencia.

No me caben prendas en reconocer que, por mucha relevancia que tenga su razonamiento filosófico -que lo tiene-, Kierkegaard siempre me ha parecido un tostón y un rato aburrido. Sin embargo, mi tedio desaparece y se transforma en carcajada cuando Faemino y Cansado, con copa de patxarán en ristre, en medio de un alucinante diálogo del absurdo repiten aquello de "que va, que va, que va... yo leo a Kierkegaard". Sublime. Y me río hasta de Janeiro.

Lo mismo me ocurre cuando leo a Jon Juaristi. Es superior a mis fuerzas. Se me destensan los nervios y surge, primero la risa y luego la carcajada. Me ha ocurrido hoy mismo. El periódico El Mundo publicaba el jueves una entrevista con quien dirigiera el Instituto Cervantes. Acaba de publicar otro libro. Un best seller seguro. Se titula Historia mínima del País Vasco. Desternillante.

Para su promoción ha comenzado a adelantar contenidos en entrevistas jugosísimas. Ahí va un entremés. Pregunta: "¿Quien fue Sabino Arana?". Respuesta: "Sabino Arana era muy español. Era cristiano viejo, castizo: creía en la pureza de una raza española que no se había contaminado con los judíos ni con los moros. Los únicos no sospechosos eran los vascos, que habían conservado el euskera incluso en sus apellidos. El resto de los españoles eran mestizos. Es propio del Antiguo Régimen. Existía la convicción de que los vascos eran los españoles más puros de sangre porque el hecho de conservar el vascuence demostraba que no se había sometido a ningún pueblo. Como teoría es una castaña. No hay raza vasca ni nada parecido".

Ay, que me meo. Sabino Arana "muy español". Que saleroso es este Juaristi.

Pero las ocurrencias nunca vienen solas. Siguiente pregunta: "Dice que Franco no fue antivasco. Que sufría de vasquismo congénito". Respuesta: "Toda la derecha española ha tenido una admiración tonta por el País Vasco, porque era muy conservador. En el XIX era rural, cristiano a machamartillo, agradable para el verano. Admiraban a los pelotaris, buscaban amas de cría vascas... Franco no fue una excepción. Veraneaba en San Sebastián, le gustaba el Athletic. En Raza, los héroes son vascos. Por eso tenía manía a los nacionalistas, católicos que se habían ido con esa gentuza masónica, comunista. Les aplicó un correctivo relativo, impidió que ningún nacionalista ocupara un cargo político pero no les persiguió económicamente. Franco privilegió a las regiones industriales y dejó que prosperase una cierta burguesía nacionalista, sobre la que la represión no fue tan fuerte como contra la izquierda".

No aguanto más. Me ha dado un ataque y no paro de reírme. Mucho mejor que con Faemino y Cansado. Y ni qué decir tiene de Kierkegaard. Pero Juaristi redondea la faena. Pregunta: "Revisa el tópico del veto franquista al euskera. ¿Por qué?". Respuesta: "El folclore no le preocupaba (a Franco). Yo aprendí en los 60 con libros que se vendían legalmente y fui a una ikastola. El uso del euskera no estuvo perseguido. Estaba obstaculizada su enseñanza formal".

Ja, ja, ja, ja... Que me traigan un orinal que reviento. No me había reído tanto desde que vi la película Mar adentro. Jon Juaristi interpretó mal la cita de Kierkegaard. Mirar hacia atrás sí, pero con los ojos abiertos.

Resulta llamativo que cuando el Institut d'Estudis Catalans lleva adelante una iniciativa titulada Espanya contra Catalunya: una mirada històrica 1714-2014, los tambores de la opinión pública del Estado truenen como cuando ruge la marabunta. Y todo por el simple título de unas jornadas que ni tan siquiera se han celebrado. No han esperado ni a conocer el respetable elenco de ponentes historiadores, ni sus consideraciones académicas, ni nada de nada. Hasta han movilizado al fiscal general en un acto inaudito de soberbia de Estado. Ahora bien, cuando quien revisa el pasado construye un relato adecuado a la leyenda de Viriato, Indibil y Mandonio, el Cid campeador, Cánovas y Romanones, la cosa cambia y el palo se transforma en botafumeiro e incienso. Manda huevos... y mandó dos docenas.

Suele repetir Jonan Fernández que en la hoja de ruta de paz y convivencia para Euskadi existe un consenso amplio a la hora de mirar al futuro, pero que las diferencias se observan cuando las formaciones políticas vascas miran a nuestro pasado reciente.

Hace un par de semanas critiqué abiertamente una declaraciones pronunciadas por el presidente de Sortu, Hasier Arraiz, quien, a mi juicio, no estuvo especialmente acertado a la hora de expresar sus sensaciones en relación a la trayectoria histórica de la izquierda abertzale.

Arraiz ha vuelto a hablar. Lo ha hecho en la radio pública vasca. En dicha entrevista, el presidente de Sortu afirmaba que "cada formación y cultura política tiene su historia y su forma de contar su historia". "Nosotros tenemos la nuestra, y en ese sentido, nos sentimos orgullosos con los compromisos con este país y con la defensa de los derechos de este pueblo que hemos tenido a lo largo del tiempo". No obstante, matizaba que, en esta historia "larga", la izquierda abertzale "ha hecho cosas buenas y cosas malas". "Y nos sentimos orgullosos de las que hemos hecho bien y lamentamos las que hemos hecho mal", añadía. En sintonía con esto último, el dirigente de la izquierda abertzale destacaba que "estamos dispuestos a hacer un ejercicio compartido de autocrítica con los demás partidos sobre lo que ha pasado en los últimos años en Euskal Herria" y hacer "una síntesis entre todos". En este sentido, apuntaba que se ha olvidado que hace dos años la izquierda abertzale ya hizo una autocrítica "importante" al decir que su posición política "en torno a ciertas cosas que han ocurrido en este país, a veces, de forma involuntaria, habían sumado sufrimiento al padecido por las víctimas del mismo". Es como si en dos semanas el presidente de Sortu hubiera leído a Kierkegaard y hubiera encontrado la cita de "la vida solo se comprende mirando hacia atrás, pero solo puede ser vivida mirando hacia delante". Esta vez le hemos entendido mejor.

Nadie dijo que el camino hacia una nueva convivencia fuera fácil. Todos tenemos problemas para adaptarnos a ese nuevo tiempo. Incertidumbres, miedos, reservas e incluso contradicciones internas que agitan la tensión de unos frente a otros. La izquierda abertzale también los tiene y deberá solventarlos con toda la eficacia que sepa aplicar. Porque los sabotajes que algunos protagonizan les queman más a ellos que a los demás. Y, aunque no lo expresen, son conscientes de ello.

Que nadie lo dude, la sociedad vasca necesita a la izquierda abertzale para vivir la vida mirando hacia delante. Aunque muchas veces se equivoque, se explique mal o cometa excesos reprobables. Nos va a costar trabajo entendernos. Pero tendremos que esforzarnos todos para que no se pierda en el camino. No nos queda otro futuro.