DESPUÉS del encuentro (es un decir) con Mariano Rajoy, Artur Mas celebró otra entrevista, secreta pero publicitada a posteriori, con los líderes socialistas: el español, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el catalán, Pere Navarro. El president dijo después, cuando empezaron los comentarios públicos, que había ido más que nada "a escuchar" y parece que lo que oyó fue tocar el violín.

El todavía secretario general del PSOE presentó su proyecto de reforma de la Constitución para dar al Estado una forma federal, que incluiría la transformación del Senado en verdadera cámara territorial y no escenario de segundas lecturas legislativas que resultan estériles cuando no existe poder de veto, sino de devolución al Congreso, donde hacen caso relativo a las objeciones de la Cámara alta.

También habló Rubalcaba de un nuevo estatus para la Casa del Rey, que en realidad ya debería tener el estatus de cualquiera de las instituciones públicas, sometida a las mismas normas de transparencia que ahora se intentan regular para el resto de poderes, partidos y hasta sindicatos.

Entre lo que ha trascendido no hubo referencia alguna a revisar el privilegio regio de irresponsabilidad total del monarca hacia cualquier ley ni, mucho menos, como cabría esperar de una formación política republicana en esencia y desde el origen, un plebiscito sobre la continuidad de la monarquía, en una dinastía creada y fundada por la dictadura preferente. Ni siquiera Pere Navarro, que en su día, no hace tanto, pidió públicamente la abdicación de Juan Carlos I, planteó semejante alternativa. Lo cual no le libró de la lluvia de palos de barones socialistas más o menos vetustos del resto de latitudes peninsulares, añadidos a los mucho más previsibles de la derecha.

Y es que de referéndums, o de consultas, el líder del socialismo español no quiere ni oír hablar; menos aún de la consulta soberanista catalana, que propugna la agrupación federada y autóctona del Principat, el PSC, su secretario general y sus representantes en el Parlament.

Decía Mas que hablar de tal convocatoria, en Madrid, también con los socialistas, era topar contra una pared.

Ya lo dijo el recordado escritor y periodista Josep Pla: lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. La visita del premier birtánico David Cameron a Madrid puso en bandeja la pregunta a Mariano Rajoy sobre el contraste entre la cerrazón al plebiscito catalán y el acuerdo para el referéndum escocés de la independencia. La respuesta fue la de siempre: que las leyes se han de respetar, y que Escocia y Catalunya son realidades muy diferentes. Poco tardó la respuesta, muy lógica por cierto, del analista catalán: las que son de verdad muy diferentes son Inglaterra y España.

Mientras, la angustia por la asfixia económica continúa. La Generalitat espera, para presentar los Presupuestos, que se confirme la gran esperanza de una ampliación del tope de déficit autonómico, a su vez supeditado a un alivio de los plazos europeos para la rebaja del español. Pero la oposición catalana, encabezada por el socio de gobernabilidad, Esquerra Republicana, urge la prórroga de las cuentas de 2012, o la presentación de las nuevas. Es una presión máxima, con el argumento de limitar los recortes, que encierra la paradoja de tener que planificar con un máximo de números rojos del 0,7%, que acarrearían la ruina total de los servicios sociales e incluso de la posibilidad de hacer frente a las nóminas de los trabajadores públicos.

Puestos a rizar el rizo, la líder territorial del PP, Alicia Sánchez Camacho, va y propone a CiU que se cambie de socio, que deje a los republicanos por los socialistas, metiéndose, no en una, sino en dos casas ajenas, con lo que les está cayendo en la propia. Y por si faltaba algo, un semanario destapa el caso de espionaje más auténtico y profesional. El trabajo del CNI (actual heredero del Cesid), con un presupuesto de diez millones de euros, para desactivar el independentismo catalán. Entre otras maniobras, con la elaboración de dossiers, sin importar demasiado la autenticidad, que desprestigien a las figuras destacadas del soberanismo, políticas o sociales. Incluso se pretendió, según informaciones posteriores, que jugadores del Barça se posicionaran públicamente a favor del mantenimiento de la Catalunya española. El desmentido era obligado y ya se produjo. Pero hace ya muchos años que corre un dicho entre periodistas de eso de la política: "desmiento, luego miento".