LA noche del pasado día 22 de mayo quedará grabada en la memoria de las historias electorales. La aparición estelar de una coalición -Bildu- hizo pasar a segundo plano otros aspectos de la jornada electoral, tales como la pérdida de votos, en Euskadi, por el PSOE y el PP; los cambios posibles en las alcaldías, etc. La noticia era Bildu, una coalición de dos fuerzas políticas de izquierda, acompañadas de independientes, surgida pocas fechas antes, fruto de los avatares jurídicos de Tribunales a la hora de interpretar la aplicación de la Ley que regula los partidos políticos. ¿Cómo era posible el espectacular resultado de Bildu?
Antes de la jornada electoral ya circulaba un difuso rumor surgido de una corriente de simpatía hacia tal coalición, pero nadie imaginaba ese resultado. ¿Se había producido en el seno de la sociedad vasca un impulso emocional hacia un colectivo al que se creía injustamente perseguido? Los análisis electorales nos darán respuestas de interés. Con asombrosa prontitud, nacieron en la clase política dos corrientes de opinión, que merece la pena examinar.
Para algunos actores de la política, era urgente que los demás partidos concurrentes a las elecciones estructurasen un complejo entramado electoral con la finalidad de impedir que Bildu pudiese hacer efectivo el resultado obtenido, ocupando las alcaldías y cargos que les pudieran corresponder por la fuerza de los votos recibidos.
Estas voces surgían del PP y del PSOE y, fundamentalmente, han hecho requerimientos al PNV para que se sume a ellos, agrupándose en coaliciones destinadas a impedir que Bildu hiciera efectivo su triunfo allí donde lo hubiera conseguido.
La otra corriente de opinión ha sido de sentido contrario: respetar el resultado de las urnas en la medida que representa un estado de opinión que no se puede ignorar.
Para quienes propugnaban el respeto a Bildu, la coalición contra ella suponía concertar acciones contra los principios democráticos, tales como el respeto al resultado de las urnas. Guste o no, desde estos principios, Bildu tiene derecho a administrar las instituciones para las que ha sido elegido. Para el PP y el PSOE, una hazaña de este tipo no era una novedad. A pesar de que sus relaciones estén agriamente enconadas, el ámbito vasco constituye para ellos un espacio diferente, en el que es posible acuerdos como el que ha llevado a Ajuria-Enea al lehendakari López. Un espacio a conquistar, cualquiera que sea el método.
Incorporar al PNV a un acuerdo de esta naturaleza, por el aliciente de quitar a Bildu algún sillón de poder, suponía para el PP/PSOE tres efectos importantes. Uno, legitimar un pacto análogo al que tienen ya firmado entre ellos. El otro, aislar e irritar a Bildu, que vería frustrado su éxito y excluido de parcelas de poder que legítimamente le correspondían. Por último, desfigurar el panorama electoral, manteniendo secuestrado a un sector importante de la sociedad vasca, facilitando así la creación, en el Parlamento Vasco, de un sistema de mayorías que no se corresponde con la realidad, pero que permite excluir al partido mayoritario y formar una mayoría como la que ha permitido nombrar al lehendakari López
Para quienes han propugnado esta primera corriente de opinión, el argumento no ha sido otro que la conocida suposición de que cuanto huela a izquierda abertzale, está contaminado por la afirmación de que "todo es ETA".
Aunque esta pueda ser una verdad oficial, cualquier persona que viva en el País Vasco o conozca su estructura sabe que esto no es cierto. La izquierda abertzale es una realidad compleja y variada, en la que ha habido sectores que han asumido la acción de ETA, pero también es no menos cierto que otros sectores siempre se han sentido disconformes; otros abandonaron aquella posición y otros están sumidos en una evolución a favor de posiciones respetuosas con los valores democráticos.
Situadas las cosas en este escenario, aislar a Bildu sería la mejor manera de romper el actual proceso de evolución de la izquierda abertzale, sumamente favorable para Euskadi.
Bildu puede ser -debe ser- el instrumento surgido en el seno de la izquierda aber-tzale para incorporarse, de pleno derecho, a ocupar posiciones activas en una sociedad democrática. Si ocurre así, el panorama político vasco cambiará sensiblemente.
Como hemos señalado, al PSOE y PP no les será fácil repetir su pacto de contenido nacionalista español para descabalgar al nacionalismo vasco.
Sin embargo, el PSOE sí puede ver prosperar acuerdos de izquierda al estilo catalán siguiendo una línea de contactos que no van a ser una novedad.
Más difícil será la situación del PNV, que requerirá de una reflexión más profunda de lo habitual, especialmente en el caso de Gipuzkoa. Tendrá que desprenderse de no pocos hábitos para aparecer, inequívocamente y para toda la sociedad vasca, como el Partido que realmente vertebra y cuida, desde el prestigio de sus gentes, los intereses del país, es decir, de todos. Pero este tema queda para otra ocasión.
La izquierda abertzale se verá obligada a gobernar con el marco legal vigente. Hasta ahora ha tenido una postura muy cómoda: rechazaba el sistema autonómico pero aprovechándose de lo que otros gestionaban con él. Paulatinamente, esta postura irá evolucionando y en ello está el éxito de Bildu.
Algunos dirán que, pensar así, es una ingenuidad y, por supuesto, supone apoyar a ETA. Otros pensaremos que no es tal ingenuidad; es una apuesta que reclama el país y por ello merece la pena valorarla con serenidad. Cortar las alas a Bildu solo responde a los intereses propios del PP y del PSOE, son los únicos a los que aprovecha.
Pero en el desarrollo esperado de Bildu, hay obstáculos que pueden dar al traste con el proyecto. No se puede negar que habrá dificultades. Algunas de estas, pudieran ser:
La primera, que Bildu reviente con su propio éxito. En teoría pudiera ocurrir que los componentes de Bildu más radicales impongan su criterio y lleven la coalición a excesos que no son los que han deseado y desean muchos de los que le han votado. Sería una pena, porque se oscurecería el panorama.
Otro obstáculo puede surgir si el Gobierno de Madrid, para atender la presión del PP, a través del Abogado del Estado o, en su caso, la Fiscalía, inician una campaña sistemática de acciones contra los electos, destruyendo la cohesión necesaria para que Bildu se incorpore a la convivencia institucional democrática.
Por último, el Poder Judicial puede también, incidentalmente, malograr el propósito expresado. Es notorio que en las cúpulas de los tribunales competentes para juzgar cuestiones relacionadas con ETA, extinción de Batasuna, etc., se ha producido una notable división de opiniones. En unos casos, hay magistrados que propugnan una rígida aplicación de las normas legales que sirvan para ilegalizar a Sortu y Bildu, mientras que otros magistrados, de los mismos tribunales, propugnan la reconsideración de la situación, desde posturas garantistas, a la hora de valorar las pruebas y aplicar el derecho.
Estos días se celebra un juicio que afecta a miembros de la izquierda abertzale, directamente implicados en el proceso evolutivo comentado. Su actuación política ha sido un componente esencial en la renovación. Si fueran absueltos, no habría problema. En caso de una hipotética sentencia condenatoria, las posibilidades de que los dirigentes encausados pudieran continuar impulsando, como afirman, su decidida apuesta por vías exclusivamente pacíficas y democráticas, serían nulas. No debiera olvidarse que los hechos enjuiciados son de mera gestión política, frente a la aplicación de una Ley, sensiblemente restrictiva de derechos fundamentales. ¿Qué ocurrirá?
Así las cosas, el buen fin del proceso de incorporación de la izquierda abertzale al quehacer democrático depende, en parte, de la propia Bildu, pero también en otra parte de la acción del Gobierno y, por último, de la suerte que se tenga en el desarrollo del juicio.
¿Por qué aquí es todo tan difícil cuando, en otros lugares, conflictos más complejos se han resuelto con un buen hacer político?