Tiempo humano, tiempo de arcilla, fuera las máquinas
NO está de más asociar la idea del juego infantil con el verano. Nos deja algo más de tranquilidad porque hay quien dice que los niños y las niñas ya no juegan. Y en ese concepto incluimos el juego entre iguales o con sus progenitores, no con una maquinita.
A veces, durante el curso, justificamos que no tienen tiempo para jugar porque hacen muchos cursillos y actividades extraescolares, aunque a veces tales actividades incluyen el concepto de juego entre iguales, especialmente si las actividades extraescolares son deportivas. El juego es una manera de contrastar, de experimentar la realidad. Una niña lleva a su abuelo de la mano, y tiene mucho cuidado de que el abuelo no cruce el semáforo en rojo. También procura no decir muchas palabrotas, pues se lo recriminan, y considera que los conflictos deben resolverse cediendo y pidiendo perdón a sus iguales. Y aunque sus esfuerzos por hacérselo entender a las personas adultas son enormes, las personas mayores no terminamos de entenderlo, y actuamos violentamente. Como hay que quererse y hay que compartir, pues en sus sueños alimentan la idea de un mundo en el que exista un museo del hambre y se recuerden aquellos tiempos en que aparecían en televisión, después de un anuncio de colonias, niños y niñas esqueléticos, con la panza abultada, y unos mosquitos revoloteando a su alrededor. Si la infancia gobernase el mundo?
Si los niños y las niñas no juegan, si no imaginan, nuestro mundo está en peligro. Y si todo su imaginario es el adulto, transmitido constantemente por unas televisiones permanentemente encendidas con basura indiscriminada entre excepciones que alimentan valores y utopías? cuando los niños y las niñas se ponen a dirigir el mundo ya han perdido el candor.
Dicen que aumentan las denuncias contra menores que agreden a sus progenitores. ¿Supieron decir unas veces sí y otras veces no? De aquellos barros surgen estos lodos, como los que se producen cuando en las fiestas de nuestros barrios y pueblos la actividad cultural consiste en ingerir cantidades ingentes de alcohol y después de la fiesta los pediatras tienen que atender a aquellas personitas que para unas cosas son adultas y para otras cosas nunca terminan de crecer. Como podemos observar, también sigue habiendo demasiados cigarros y vasos de alcohol en torno a infantes que corretean a altas horas de la noche entre jardines no precisamente de infancia.
Padres y madres del mundo, uníos. Revolotead por los parques, perderos por los bosques, levantad las piernas sobre el sofá cuando os hacen cosquillas. A veces decimos que el estudio es el trabajo de los niños y niñas, pero hay quien dice que el juego es el trabajo del infante. ¿Cómo, si no, va a crecer y a integrarse en la sociedad? En su relación con la persona adulta aprende en todos los aspectos de la vida. Si los niños y niñas se mantienen pasivos, si no aprenden a hacer, a poner en práctica sus posibilidades, el futuro será demasiado anodino y lleno de incertidumbre. Pero, además, aprenden a ser personas, a comportarse de una manera o de otra, en función de un sistema de valores que les han transmitido las personas adultas, y no precisamente por lo que les dicen, sino por cómo viven lo que dicen. Así será después el mundo, pero de esos valores aprendidos surge un deseo de integrarse, de transformar, o de ponerse contra el mundo. El deseo de aprender, de cambiar algo, de integrarse, es el motor de la acción.
Pero para poder integrarse en la sociedad o para cambiar algo de ella hay que comenzar a entenderla y ponerle cara. "Domestícame, domestícame", le dice el niño al adulto, como el zorro al Principito de Saint-Exupéry. Crear vínculos, para que tú seas para mí algo único en el mundo. El juego permite al niño comprender y domesticar el mundo con el fin de poder integrarse. Ese trabajo de descubrir el mundo de las otras personas y abrirse a ellas por placer le puede llevar a encontrarse con las frustraciones que a veces conlleva la socialización, pero si se acostumbra a no evadir la confrontación habrá dado pasos de gigante para superarse y avanzar como persona. Es cierto que en ambientes infantiles y juveniles se viven a veces patrones de comportamiento que hacen sufrir a miembros del colectivo infantil. Quien lo supera avanza, pero ese sufrimiento puede ser una muestra de la ausencia o de la desidia del mundo adulto que considera que se trata de cosas de chicos. Lo cierto es que nada queda al margen del proceso de socialización y lo vivido, especialmente en los tiempos de la infancia, que es un tiempo de arcilla, en el que las huellas quedan mucho más marcadas, son condicionantes fundamentales para enfrentarse posteriormente al entorno de forma creativa, transformadora, o de rechazo global. Porque no es lo mismo intentar cambiar las cosas que quedarse solo contra el mundo.
El verano es tiempo de juegos entre iguales, con bicicletas o sin ellas, pero sí con personas, siempre entre personas. Las adicciones al juego son el fruto de relaciones evasivas hacia las personas y el fruto de que en la exclusividad de la relación con la máquina siempre triunfa la máquina y consigue la deshumanización de la persona. No podemos dejar la educación en manos de las máquinas y, por supuesto, sin contraste con el mundo de iguales y el mundo adulto.