dicen que el mundo es esférico, como el balón. ¿Nos referimos a la Tierra, a este universo, o a un infinito de universos? Ya son ganas de complicar las cosas, en fin?, los habitantes de la Tierra giran ya en torno a un esférico, y que nos dejen de preguntas amargas como heridas. ¿Para qué nos vamos a romper la cabeza pensando si podemos ver un partidazo esta tarde en la televisión? Esas imágenes, y los acontecimientos que conllevan, sí que nos van a dar motivos de conversación.

El mundo es un balón, el mundial es una badana, es un amasijo de curiosidades sobre la vida de respetables deportistas de élite que pueden cobrar de las espaldas de los contribuyentes hasta seiscientos mil euros de prima, al menos en el caso de España. La atención y el dinero de los países está en sus manos.

Vivimos en un mundo de excesos, en las ganancias y en las miserias. Sudáfrica, el país de Mandela, el país del perdón y la reconciliación, ha colocado enormes pantallas en aquellos territorios en donde no llega la televisión, para que desde las chabolas el lustre de la ilusión, con las heridas abiertas o suturadas, da igual, se encuentre a la altura de las circunstancias.

Es la primera vez que tal evento tiene lugar en el continente africano. Hay quien lo analiza desde el punto de vista de la llamada calidad. ¿Están preparados, después de ser invadidos durante siglos por los países europeos y después de haber llevado a treinta millones de africanos, esclavizados de uno en uno -¡cuánto sufrimiento!- a América? No deben de estarlo demasiado, porque los órganos de comunicación en los que tienen acciones algunas multinacionales, que son las que verdaderamente mandan en los países africanos, tienen gran preocupación pues ha habido robos y algunos actos de vandalismo que un país moderno no puede consentir. Prueba de ello es que, para que no se noten las manos manchadas de sangre, los países productores de armas las organizan, entre otros lugares, en África. Y que conste que no se hace por pura diversión, no, la cosa es más seria, se hace para apoderarse de determinados territorios y así poder extraer -robar- sus riquezas.

Se habla también de los valores deportivos, de la unión entre los pueblos, del ejemplo de los ídolos del deporte para millones de personas: esfuerzo, honestidad, saber aceptar la derrota, tenacidad, respeto, promoción de la paz, amistad, paciencia, esperanza, perseverancia, interculturalidad, valores morales universales? ¡Ojalá fuese eso lo que preocupa a unas aficiones que sufren y gozan en relación a los resultados de los colores de cada equipo!

Hay quien dice que el fútbol es una nueva religión. Las nuevas catedrales, como San Mamés, son lugares de culto adaptados a unos grupos que siguen necesitando identificarse con grandes masas, con determinados colores, ante la ausencia de ideologías, y que apoyan a los equipos con tanto fervor que las fotos o los autógrafos sustituyen a las imágenes de los santos en sus habitaciones. Si es preciso esperar horas para sacar una entrada lo harán, aunque no tengan paciencia para esperar un autobús público o una pequeña cola en la panadería. El fenómeno Maradona, en Argentina, ha llegado a suscitar la llamada Iglesia Maradoniana, que es algo más que una mezcla de parodia entre la religión y el fútbol .

No falta quien dice que esta humanidad tan hermanada en el fútbol está jugando con la Tierra como si fuese un balón, pues se ha convertido en el saco de nuestros golpes ante la mirada atenta de los espectadores que no se inmutan, sino que se divierten cuando se la golpea, cuando se mueve, maltratada entre nuestros pies, y aun así continúa siendo bella. Lo peor de todo es que quienes más juegan con ella son quienes suben al podio y reciben las mayores ganancias en metálico.