Con los incendios forestales aún humeantes, España hace balance de su infierno: cinco vidas humanas perdidas, 400.000 hectáreas quemadas, cosechas, arbolado, animales, pueblos, historia y negocios aniquilados.
El precio de la catástrofe es brutal. La hemos visto en directo como una serie de terror, con sus héroes y villanos. A la ineficacia y descoordinación compartidas se ha sumado el espectáculo a garrotazos de la derecha y la izquierda reprochándose mutuamente: una, en sus ventorros negando sus obligaciones competenciales; y otra, haciendo lo mejor que sabe, rebajar sus errores y resistir a los ataques. El PP se muere de ansiedad por alcanzar el poder y el PSOE se vuelve loco por mantenerlo. Este es el infierno español, la ruina de la gestión y el desastre democrático mientras la gente se queda sin nada.
Es la misma historia del covid, la dana valenciana y el apagón de abril: las dos Españas enfrentadas, boicoteándose con mezquindad. Veíamos los estragos del fuego y la tele se poblaba de expertos con tecnocracia y oportunismo, catedráticos del apocalipsis: que los incendios de verano se apagan en invierno, que el cambio climático, que la España vaciada, la prevención ha fallado por invertir en toros y no en el campo, que los bomberos están mal pagados, que la vieja burocracia y que no falte meternos miedo.
Información
Lo único que no ha fallado, menos mal, ha sido la información, donde han destacado La 1, con Silvia Intxaurrondo, y la Sexta, apagando bulos.
Cómo no, los bobos de siempre han señalado al sistema autonómico como culpable, obviando que la autoestima es liberadora. Los ultras, tan nostálgicos, deberían recordar la campaña franquista cuyo eslogan era: “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema”. La dictadura quemaba bosques, ideas y vidas.