UN mes después de que renovase con el Athletic, el techo de Gorka Guruzeta continúa siendo un misterio. El primero que desconoce dónde tiene el límite es él mismo, que no disimulaba su felicidad tras estampar la firma en un contrato que vincula de manera definitiva su futuro al Athletic. Cumplidos los 27 años, se ha asegurado la tranquilidad que nunca antes tuvo. Conviene recordar que hasta hace dos campañas, cuando cumplía su segunda cesión en el Amorebieta, tras una aventura fallida en el Sabadell, ni siquiera estaba clara la posibilidad de que regresase al club que le incorporó en edad juvenil procedente del Antiguoko.

El delantero no es la única sorpresa agradable de la temporada en curso. Son varios los jugadores que en la actualidad gozan de un estatus al que en teoría no opositaban. Si Guruzeta ha superado las expectativas, tres cuartos de lo mismo cabría decir de Aitor Paredes o de Beñat Prados, todos con el denominador común de una breve experiencia en la élite y hoy consolidados en las alineaciones. Sus aportaciones a la notable temporada del equipo están a la altura de las que ofrecen jugadores sobradamente contrastados, asentados en Primera.

Va a resultar que Guruzeta sigue la estela de una serie de arietes básicos en el Athletic de los últimos tiempos: al igual que Urzaiz, Llorente o Aduriz, su explosión se produce a una edad avanzada. Ninguno de los citados obtuvo la vitola de imprescindible antes de rebasar el cuarto de siglo. Les costó abrirse camino, circunstancia que el protagonista de este artículo conoce perfectamente. Cuando en el verano de 2022, el club optó por ejecutar la cláusula de repesca, Guruzeta no pasaba de ser una incógnita, una alternativa incierta.

Fue reclutado porque el déficit rematador de la plantilla desde el adiós de Aduriz amenazaba con perpetuarse. Había firmado trece goles en Segunda, en las filas de un conjunto que nunca estuvo fuera de los puestos de descenso, detalle que revalorizaba el logro, pero tenía por delante la parte más difícil: asimilar el salto de calidad. Un listón que la mayoría derriba. Sobre todo, los arietes, sometidos a un escrutinio implacable.

Necesitó más de media liga para gozar de cierta continuidad en los planes de Valverde, que de entrada prefirió seguir con Iñaki Williams en la punta de ataque. Guruzeta aparecía y desaparecía, hizo algún gol, pero su rendimiento en absoluto apuntaba en la dirección correcta. Tampoco cabía exigirle más. Aparte de que no dejaba de ser un recién llegado, ni la dinámica del equipo, ni su utilización o encaje en el esquema, le facilitaron las cosas. Cerró el ejercicio con 20 titularidades y seis goles, siendo el duodécimo en minutos de competición, con 1.652, a mucha distancia de los fijos. Su competidor más directo, el mayor de los Williams, sumó 3.239.

Hoy supera con holgura dichos registros, está por encima de los dos mil minutos, es quinto en este apartado, ha figurado en la inmensa mayoría de los onces y firma quince goles, trece en liga y dos en las rondas coperas más complejas, frente a Barcelona y Atlético de Madrid.

Números al margen, Guruzeta se ha convertido en una pieza capital gracias a aspectos sobre los que no se pone tanta atención. Lo cierto es que, pese no tener la repercusión mediática o una ficha que se aproxime a las de quienes copan el resto de las demarcaciones ofensivas, el fútbol arrollador que hoy practica el Athletic no se entendería sin él.

Desde luego, la eficacia de cara a portería le avala. Luce un extraordinario porcentaje de acierto, no es el típico atacante que vive de rentabilizar la insistencia. Le vale con una o dos ocasiones por partido. Pero sucede que su influencia no se circunscribe a lo que se cuece en el área. Guruzeta desarrolla otras funciones que le erigen en el contrapunto que ayuda a que la propuesta futbolística de los rojiblancos sea fluida. Presión generosa sobre los defensas y una lectura del juego entre líneas que favorece las vertiginosas transiciones de los compañeros, completan su repertorio.

No es el más rápido, ni el más hábil, encara y desborda poco, su juego aéreo podría catalogarse de discreto, no destaca por el nervio o el poderío en el cuerpo a cuerpo. Sin embargo, ya no se discute que él debe estar ahí, rodeado de estrellas que se sienten más cómodas a su lado.