OPINAR en torno al episodio acontecido en Los Cármenes supone adentrarse en un terreno resbaladizo. Avalarían esta impresión personal los posicionamientos escuchados o leídos durante la hora de reloj que transcurrió desde que el juego se detuvo hasta la comunicación oficial de que el partido quedaba suspendido, así como las reacciones posteriores a dicho anuncio.

Descartado de antemano el consenso, meta utópica en cualquier episodio con resonancia social e inviable en debates vinculados al fútbol, cuanto se vertió durante la espera y una vez iniciado el desalojo del estadio, daría para editar una tesina en absoluto recomendable. Valorar si el fallo cardíaco que derivó en el fallecimiento de un espectador justifica la medida adoptada por los responsables, centraría la polémica. Contextualizada y mediatizada por el poso de perplejidad que alientan el desconocimiento de los hechos, pues casi lo único que se supo fue el desenlace, y la inexistencia de un protocolo de actuación.

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En imágenes: suspendido el Granada-Athletic por la muerte de un aficionado Agencias

Lo poco que trascendió en el momento, de entrada sugiere un déficit de medios, una logística inapropiada para resolver una situación ni nueva ni extraordinaria. Hay precedentes en recintos deportivos que se gestionaron con cierta celeridad o que, al menos, permitieron efectuar el traslado de la víctima a un centro hospitalario. Aquí da la sensación de que no hubo manera de estabilizar al abonado del Granada, que no se sabe cuándo murió, pero el hecho concreto de que fuese dentro del campo precipitó la suspensión. Postura impensable en el supuesto de que el deceso hubiese tenido lugar en la ambulancia o en el hospital.

Los miles de seguidores que asistían al partido reaccionaron con aplausos al mensaje emitido por megafonía, antes de abandonar ordenadamente de sus localidades. La rueda de prensa de los clubes implicados apenas aportó nada, si se considera que, como la vida sigue, lo que tocaba era dar la fecha de la reanudación del evento. Quizá aún, por falta de tiempo material y siendo los intereses dispares, era prematuro llegar a un acuerdo. Sin olvidar que en el sanedrín participaban los organismos y agentes que operan en este negocio, con el agravante de que ellos tampoco suelen coincidir.

La densidad del calendario dificultaba la elección del día. La lógica apuntaba a que fuese hoy mismo, por aquello de minimizar perjuicios. Desde la óptica del Athletic, sin dudarlo; pero el Granada prefería el aplazamiento. En esta cuestión, sí prevaleció el sentido común, la cordura.