ANTES de nada, reconocer el esfuerzo que se desprende de la elaboración del primer balance semestral del Plan de Acción 2023-26. El ejercicio de transparencia al que aspiran los autores del dossier que, sin duda, cumple los cánones vigentes en el mundo empresarial en cuanto a presentación, estructuración y demás aspectos formales, chocaría sin embargo con la dificultad que plantea su asimilación, su comprensión.
El problema no estriba únicamente en que la documentación aportada resulte farragosa: ingente, reiterativa, plagada de términos en inglés que serán muy familiares en el ámbito de una directiva copada por reputados profesionales, habituados a manejar un lenguaje común en los despachos, desde luego no en la calle, en la vida cotidiana de un amplio sector de los socios del Athletic. Si lo que busca el balance es atosigar, merece nota alta, pero uno imagina que la finalidad era otra bien distinta.
Lo que no cabe discutir es la relatividad o subjetividad que rezuman la información y las conclusiones. Y hasta cierto punto es lógico que así sea, dado que en el fondo la iniciativa de la directiva está enfocada a ganar la batalla de la imagen. Viene a ser un poco como lo que ocurre con las encuestas, cuyos datos nunca dejan en mal lugar a quien las encarga o subvenciona.
En este sentido, subrayar que los actuales dirigentes están persuadidos de su dominio de la situación. En solo un año han pasado de admitir públicamente su total desconocimiento de las entrañas del Athletic, a mostrarse absolutamente seguros de dominar el terreno que pisan. Hay una afirmación que sintetiza la capacitación que se atribuyen. Dice que su labor pretender transformar el club en “una organización orientada a los resultados. Esto no se consigue de la noche a la mañana, sino que se trata de un importante cambio cultural dentro del club”.
Vale, el rotundo enunciado aboca a preguntarse a qué se dedicaba el club en el pasado, con qué finalidad trabajaba si no era para lograr resultados deportivos, económicos, sociales. Distinguirse del resto de las directivas habidas es legítimo, pero quizá sobra recurrir a mensajes que ponen en entredicho a quienes les antecedieron en el cargo.
Siguiendo con el tema, anotar que en el informe no hay alusión alguna al contexto, lo cual difumina los méritos económicos que se adjudican, toda vez que el club, como todo el mundo, sufrió durante varios ejercicios los perjuicios derivados de la pandemia.
El repaso de los 20 resultados del Plan de Acción que cierran el balance arroja más sombras que luces. Utilizan seis para referirse a uno solo, el de los ingresos comerciales. Enumeran “seis negocios lanzados”, sin detallar inversiones y beneficios; 18 eventos del 125 Aniversario y viene a la cabeza el fracaso del amistoso de San Mamés.
En el área deportiva hablan de 32 altas de jugadores en Lezama, que son más o menos las que se producen cada año. Se mencionan cuatro fichajes en el femenino y se omite la marcha de las dos jugadoras más relevantes. Previamente, en un aparte, figuran bajo el epígrafe “principales resultados del período 2022-23” los renovados, contratados y cedidos del primer equipo. Aparte de que olvidan a Capa, lo de meter en un saco la captación de Herrera, de Martón o Galarreta, por ejemplo, ni se ajusta a un criterio sólido ni da para ponerse medallas. El dato relevante sería en realidad, cuál es ahora el valor de los activos de la plantilla contabilizadas estas operaciones y las salidas registradas.