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Erredakziotik

J.L. Hurtado

Sharm el-Sheikh

La firma de los acuerdos de paz en la localidad egipcia de Sharm el-Sheikh retrotrae, a los que llevamos ya muchos años en esto de la información, a pasadas e importantes cumbres internacionales, en el mismo lugar y también sobre el conflicto árabe-israelí. En 1996, en 1999 (Memorando de Sharm el-Sheij). En 2000 para intentar detener la Intifada de al-Aqsa. El 8 de febrero de 2005, una nueva cumbre logró ‘un’ alto el fuego bilateral. En enero de 2009 se intentó afianzar el alto el fuego logrado en la Franja de Gaza tras la ofensiva israelí llamada Operación Plomo Fundido. En fin, sirva el recordatorio para reforzar mi pesimismo en torno a la firma este pasado lunes de un acuerdo que, y aquí ojalá me equivoque, está destinado a saltar por los aires más pronto que tarde. Lo que vimos el lunes no fue la rúbrica de un tratado de paz. Fue una capitulación en toda regla donde había un vencedor y un vencido. Y no se trata de Hamás. Se trata del pueblo palestino, que ha pagado un precio inimaginable por decisiones en las que no participó. La firma fue un tratado de degeneración política donde Trump ejerció de cicerone y donde sobrevolaron líderes de toda condición e ideología con el prurito de hacerse la foto en un acontecimiento pretendidamente histórico. Y para evitar confusiones... bienvenida sea la paz. La guerra es la representación más deplorable del ser humano. Pero esa firma, esas imágenes... nos transmiten lo más descorazonador de la acción política. Se firmó la paz, pero la guerra seguía latente en Sharm el-Sheikh.