La muerte por arma blanca de un joven en Solokoetxe ha vuelto a reabrir uno de los temas que más preocupan en Bilbao: el de la seguridad. Pero, también el de los menores migrantes, dos asuntos que algunos tienden a unir, seguro que calibrar que el café para todos no sirve y menos en estos casos. No le falta razón a la diputada Teresa La Espada cuando critica que solo se hable de estos menores cuando suceden hechos reprobables como el ocurrido el domingo y nunca para ensalzar otros comportamientos y servicios que realizan a favor de la comunidad y de los que tan necesitados estamos. Pero contra la percepción de inseguridad es difícil defenderse. Una compañera lo decía hace unos días, si te roban una vez no necesitas dos para sentirte inseguro. Y si pasa esto más de una vez y de esa fortuita es normal que los jóvenes tengan miedo. Es verdad que al principio se habló de una pelea entre bandas, un ajuste de cuentas. No es que esto hubiera justificado en absoluto lo ocurrido, pero a más de uno le daba esa tranquilidad de sentirse alejado de un mundo poco conocido y tampoco muy activo en Bizkaia. Lo de la muerte fortuita, la pelea porque sí, el cuchillo en el coche es más difícil de entender para el común de los mortales. La colaboración ciudadana y la celeridad de la policía han logrado dar con los tres acusados y uno de ellos ha ingresado en prisión. Sin embargo, la muerte del joven, así sin causa aparente, deja la conciencia social indefensa y con miedo. La muerte no tiene precio.
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