Defecar en las piscinas de más de 300 instalaciones deportivas de todo el Estado, algunas de ellas vizcainas; someterse a ingestas máximas de entre 300 y 600 calorías al día bajo la llamada dieta de las princesas Disney; enterrarse completamente en la arena dejando apenas la cabeza visible; consumir analgésicos para ver quién pasa más tiempo en un hospital... Son solo algunos de los retos virales que este verano han puesto de moda adolescentes enganchados a redes sociales como TikTok y cuyas consecuencias pueden resultar irreversibles. Comportamientos que desde un prisma adulto nos parecen absurdos pero que los más jóvenes perciben con despreocupación desde su azotea de la inmortalidad. Empantallados, la muchachada siente la necesidad de verse validada mediante la pertenencia a un grupo, combate el aburrimiento sin esfuerzos a medio plazo y se desarrolla en entornos donde hasta para los mayores cada vez es menor el ejercicio de someterse a la autocrítica. En mis tiempos, personalizada en una muñeca quebrada, la locura –y no era poca– consistía en comprobar desde un sofá si uno podía convertirse en Superman, y a lo más que llegué fue a desempeñar la profesión de Clark Kent, que hoy día también podría considerarse de riesgo. No nos llevemos a engaño. A esta sarta de estupideces les hemos empujado quienes hemos decidido que los peligros estén a golpe de un clic.