Si la ola de calor o los 3.800 rayos que contó el martes Euskalmet sobre nuestras cabezas no han afectado mi capacidad de análisis, la semana pasada, en sus horas de mayor debilidad como presidente, Pedro Sánchez desafió al Banco Central Europeo y al supervisor de la competencia de los mercados complicando la fusión de BBVA con el Sabadell y a la OTAN pilotada por Donald Trump como solo él sabe hacerlo, atropellando al que se ponga delante, por el lado del incremento militar. Es más preocupante esto último, porque el de la gorra roja del MAGA tiene más peligro que un alumno de primaria con la tarjeta de crédito de la madre, y este pájaro tiene misiles. Parece que el líder del PSOE y su equipo buscan el que es su bien más preciado: tiempo o resistencia, como quieran llamarlo. En lo relativo a la OPA del banco vasco sobre el catalán, deja básicamente en manos del próximo Gobierno central la decisión final con un veto de al menos tres años y unas elecciones generales de por medio. Y en cuanto a la cuestión bélica juega con más ventaja: los países miembros de la OTAN tendrán que acometer una inversión militar del 5% de su PIB en el horizonte de 2035. El tictac del reloj suena, la estrategia partidista avanza. Al recordar aquella fusión entre BBVA y Argentaria orquestada por Aznar -en contraste con la demanda del lehendakari de mayor arraigo del banco con sede en Bilbao- y ver ahora el movimiento de Sánchez todo huele a política.