No será por avisarlo pero más de uno se ha dado cuenta que en el Despacho Oval no hay un presidente sino un pirómano convertido en un problema real para todos, incluido los Estados Unidos. Sí, Elon Musk va a saltar del barco aunque lo hará después de darse cuenta que los caprichos del magnate le han supuesto unas pérdidas de más de 60.000 millones de dólares y amenazan con llevar a la quiebra a su buque insignia, Tesla, gracias a un “más tonto que un saco de ladrillos” (sic). La bomba arancelaria de Trump ha destruido 9,2 billones de euros en Bolsa, la mitad de todo el PIB de la Unión Europea, mientras que los cinco gigantes de Silicon Valley que acudieron a la toma de posesión de presidente se han dejado 1,26 billones por las bravuconadas de un señor que no solo nada de lo que dice es verdad, sino que sus vaticinios, uno tras otro, van en dirección contraria a los pronósticos que hace. Es urgente que encontremos, aunque ciertamente está difícil, a un grupo de republicanos lúcidos que hagan de oposición interna a los pasos que está dando Trump porque, de lo contrario, la bomba económica que ha lanzado es de tal profundidad sideral que superará muchos de los disparates que hemos visto en los últimos decenios. Estamos ante una nueva era y lo hacemos con un pirómano en la Casa Blanca. El peor momento con el peor personaje. Vaya panorama.