Las fotos del rey besándose con Bárbara Rey en un chalé de Boadilla del Monte han visto la luz esta semana, y han revolucionado a los cortesanos que aún le rinden pleitesía. No entiendo tanto revuelo; llevamos 10 borbones y ni uno solo ha decepcionado. Mientras él se tira a la bartola en Sanxenxo, una revista holandesa destapa sus miserias en lo que era un secreto a voces. El escándalo no reside en sus proezas amatorias, sino en que para esconder sus borbonadas, el CNI tuvo que tapar la boca a la vedette con un montón de pasta a cargo del erario público, es decir que pagamos a escote. O sea, para cubrir sus incontinencias sexuales y sus asaltos de cama, alguna amante le chuleaba programas de televisión y fondos reservados, y otra 65 millones de los jeques árabes. ¡Hay que ver! A Franco le ponían los salmones en la caña, y a este, las churris. Todo este alboroto se produce en la semana que el emérito ha anunciado que publicará una autobiografía porque le están “robando la historia”. ¿Habla precisamente él de robar? Unas memorias para lavar su imagen, a mayor loa del campechano, pero sin citar sus desmanes y fraudes. Lo de las máquinas de contar billetes y los picaderos cerca de Zarzuela ya, si eso, lo deja para otro día ¿no? Un libro cuyos derechos de autor irán a la fundación opaca que ha creado para centralizar su patrimonio y asegurar la herencia de las infantas. Majestad ¿por qué no se calla?