La cosa empezó de la manera más tonta. En uno de esos ratos muertos vacacionales en los que uno se debate entre echarse una siestorra a ver si pulveriza el récord de la urbanización, seguir la recomendación de la familia culoinquieto y alquilar un kayak en el río o buscar en qué barrio hay fiestas a la noche para que las criaturas vivan una experiencia inmersiva en un sucedáneo de verbena de pueblo. La primera opción era más que tentadora -bostezo, estiramiento, bostezo- y compatible con la tercera, así que dejamos los remos para otra vida que las agujetas no son para el verano. Además, muero por ver su careto cuando toquen un pasodoble. Me entrego a la fase REM sin aspiraciones de superar la marca olímpica de ronquidos porque hay algunos que no han dormido a pierna suelta hasta que Nico ha confirmado que sigue en el Athletic. Tenían más ganas de que volviera él de vacaciones que sus hijos del campus en Australia. Cuando amanezco (o atardezco) realizo una búsqueda intensiva en internet hasta dar con unas fiestas de chocolatada en cazuelas, concurso de disfraces, txosna (en singular) y música. Tampoco hay que crearles falsas expectativas. “Habrá una charanga...”. “¿Una qué?”. “Esos que llevan los bafles en...”. “¿Bafles?”. Mal empezamos. Me han fechado en Atapuerca en dos patadas. Eso es el karma. Como sigan así, hago mutis por el Puigdemont. Ahórrense la operación jaula. 

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