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Mesa de redacción

Igor Santamaría

Asimilación

El incontestable triunfo de la selección española en la Eurocopa, merecidísimo a ojos de cualquier observador deportivo, ha estado trufado de un alud de opiniones desde varias atalayas -política, mediática y hasta del panadero de la esquina- justificando los guiños en Euskadi hacia la rojigualda y la desacomplejada actitud de la muchachada vistiendo su camiseta. Que si hay mucho jugador vasco en el vestuario de un técnico que en su día ya fue campeón con el Athletic. Que no es que tiren los colores sino la proximidad. Que si es fruto de la globalización de la que se impregnan los chavales tanto en el ámbito educativo como en sus modos de ocio. Que si da gusto ver en ese equipo el aroma de diversidad que abominan los ultras (como si para defender la acogida de menores migrantes hiciera falta el fútbol)... Y un sinfín de alegatos ejerciendo de escudo -incluido el de sostener que es solo una moda porque la gente se apunta a caballo ganador- que tratan de esconder una verdad: el desgaste de la identidad vasca como elemento diferenciador. Aunque algunos de estos aspectos tengan su influencia, no hace falta desgañitarse para entender que esto también va ligado a cómo expresa la sociedad vasca en las encuestas su sentimiento y aspiraciones de pertenencia territorial. De tanto taparnos para no parecer que rechazamos al otro por enarbolar lo nuestro, cabalgamos hacia la asimilación y a entonar Gora España!, como ya nos cantaba Lendakaris Muertos.