No es odio, es desprecio, que dicen que es peor, y además es mutuo. No soporto a Cristiano Ronaldo y él no me soporta a mí. Lo sé porque todo lo que hace me irrita de forma irracional y lo hace a propósito. Lo último, lo del anillo de compromiso made in Bilbao para su futura mujer. Un despropósito por la vertiente del derroche y un sinsentido desde el punto de vista más básico, el sentimental.
Desde el más absoluto desconocimiento del mundo del cuore, creía que la pareja ya había pasado por el altar. Menudo chaparrón por cierto nos espera cuando lo hagan. Otra boda del siglo. Nuestros padres, en general, no tenían otra opción que casarse para iniciar una vida juntos. Nosotros, algunos, nos fuimos de casa antes de firmar un papel, no desde luego por comprobar si la cosa iba a funcionar, sino por no darle especial importancia a la cuestión legal. Claro, que cuando hay cientos de millones de euros por medio y solo pedalea uno en el tándem, como ocurre con CR7 estas cosas hay que atarlas en corto.
Bodas que terminan en divorcio
Por experiencia, tengo comprobado que el éxito en la pareja es inversamente proporcional a la importancia que se da a la boda. Los cinco casorios en marcos incomparables a los que he acudido han acabado en divorcio. Se puede morir también de puro glamur. Sobre todo cuando se intenta comprar con dinero, porque veo el diamante de Cristiano en esa mano con uñas postizas de choni y solo puedo pensar en Jesulín y gente de ese pelaje.