LA villa se apresta a vivir quizás una de las Semanas Santas más bulliciosas de su historia. Suena categórico pero las previsiones, reservas y planes pergeñados en el sector turístico así lo prevén. La llegada masiva de visitantes augurada dibuja unas próximas jornadas llenas de actividad en la calle, incluso aunque el clima no lo permita. Aunque no quedan lejos en el tiempo, muchos parecen haber olvidado como la ciudad era un auténtico cementerio durante este periodo vacacional. Apenas había sector hostelero abierto porque no salía rentable mantener el negocio durante unos días en los que la parroquia local prácticamente desaparecía y el volumen de visitantes no era suficiente. Ahora sí parece que pululan muchos potenciales clientes. Cada año son más los restaurantes con las puertas abiertas y los bares, sobre todo de las zonas más visitadas, exhiben sin rubor pintxos y lista de consumiciones. Por cierto, a unos precios muy elevados. A esta evolución sin duda han ayudado actividades como el Baske Fest que organiza el Ayuntamiento, que los museos no cierren durante toda la Semana Santa y que cada vez hay mayor oferta de atracciones privadas. Sobre lo que no quiero opinar es sobre la apertura del comercio en general. Su actividad en festivos sigue siendo tabú en este país y siempre me debato entre el derecho de los empleado a tener libranzas y la imagen que da una ciudad que no tiene actividad comercial por decreto.