ES una evidencia para todos que el cauce que construyó Bilbao y su zona de influencia a lo largo de los siglos ha cambiado mucho y para bien. Lejos en la memoria está esa alargada cloaca inmunda a la que industrias, población e instituciones vertían todo lo que se les antojaba con lo de muerte marina, olores nauseabundos y podredumbre significaba. Hoy somos testigos de todo lo contrario. La Ría de Bilbao presenta un aspecto casi idílico y en las antípodas de lo descrito anteriormente lo que ha hecho que esas industrias, población e instituciones nos hayamos girado para descubrir una nueva avenida urbana. Porque el Ibaizabal o el Nervión, denomínelo como quiera el lector, es la gran arteria de la comarca que puede y debe convertirse en un actor esencial para la ciudadanía. Un recorrido limpio y con orillas adecuadas ofrece grandes potenciales a nivel de ocio, transporte, zona de eventos o servicios públicos. Unas actividades que deben impulsarse desde las diversas entidades con responsabilidades ordenando ya velocidad de crucero. Hace más de un año que todas ellas firmaron un acuerdo para centralizar en el Ayuntamiento de Bilbao las gestiones necesarias para desarrollar cualquier propuesta. Es un gran paso, sin duda, pero creo que esos actores públicos deberían tener un papel más propositivo. Pilotar actividades y acciones que orienten y ordenen lo que pueda ser la Ría y no dejarlo solo en manos de la iniciativa privada. Es para tomárselo en serio. Nada de risas.