Quizá la memoria no sea justa o tal vez solo ejerza el derecho a no acordarse, pero empieza a derivar hacia el final de la primera de las coplas de Jorge Manrique: “...a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”. Ya, la edad. Cierto. Pero... Entre los recuerdos de quienes crecimos hace décadas, en el siglo pasado, hay trifulcas nocturnas de juventud que daban la razón a Susan Sontag en que nadie puede pensar y golpear a alguien al mismo tiempo. Pero ¿apaleamientos por diversión de una jauría humana hasta casi la muerte de un chaval? No es otra cosa el drama de Alex, que se ha juzgado estos días. En la memoria quedan también desencuentros y ojerizas estudiantiles, peleas de patio. Pero ¿apuñalamientos entre alumnos de menos de 15 años a las puertas de un colegio? Sucedió la semana pasada en Valencia. O igual rememoramos el caso de algún hijo abandonado. Pero, ¿arrojado a la basura? ¿Y dejado a los 9 años meses y meses solo en casa, sin medios de sustento y sin que nadie se diese cuenta? Ha sucedido en Nersac, 2.400 habitantes, Francia. Son solo ejemplos. Hay mil. ¿Cuándo y cómo hemos dado ese salto? Ya, la edad, que antes no nos enterábamos. Puede. Pero la memoria hace sitio a la idea de que Sartre erraba al creer la incomunicación fuente de toda violencia. Porque comunicación y deshumanización no solo riman. Globalizada una, alimenta a la otra. Hoy se cumplen 20 años de Facebook.