EN la última reunión del plenario del Consejo Cívico de la villa, el alcalde Aburto hizo un llamamiento para que los bilbainos pusieran más en valor la ciudad donde viven. No fanfarroneaba. Lo aseveró con convicción y conocimiento de causa. Desde su cargo, el primer edil es un privilegiado a la hora de valorar si todos los parabienes y elogios que le llegan son reales o simples lisonjas. Después de muchos años con la base de regir una capital muy vitoreada, no solo por opiniones particulares, también por datos, estadísticas y galardones, Aburto invitó a sus conciudadanos a que se sientan más orgullosos de su urbe y les incitó a que viajaran más. Las comparaciones no son siempre odiosas y más cuando se tiene razones para quedar por encima. Son los que han visitado otras metrópolis del mismo perfil que Bilbao quienes pueden discernir si los servicios públicos, urbanismo y gestión de recursos que ofrece la capital vizcaina superan a esas otras urbes. Y otro dato que tiene que servir para que saquemos pecho es la opinión de los foráneos que nos visitan, que por algo son cada año más. No he conocido a nadie que pongas pegas al botxo y no solo mirando al Casco Viejo o el Guggenheim u otros puntos de interés turístico. Sin duda, siempre hay margen de mejora y hay que procurar la excelencia, pero mientras tanto también debemos apreciar que vivimos en una gran ciudad. Y se lo dice alguien que ha viajado mucho.