LA operación estaba en marcha, pero la semana pasada fue para enmarcar. Daban ganas de buscar una caverna y esperar al paso de la tormenta de la mayoría de edad de Leonor, del espectáculo de luz y color de la empresa familiar de los borbones. Cierre de filas de lo poco que queda de la casa real y regocijo complaciente entre la parroquia borbónica. La similitud de este último adjetivo con otro, carbónica, es inspiradora. Con un esfuerzo mínimo, cambiar dos letras, tenemos la princesa carbónica; efervescente, gaseosa, etérea... Toda bebida carbónica pierde fuerza abierta. Y ese es el objetivo: una operación de márquetin isotónica en la que se vende la figura de la heredera, para después, cuando llegue al trono, dedicarse a inaugurar congresos con discursos volátiles. También puede que este inicio prometedor pierda fuerza con la evolución de la sociedad y no llegue a reinar. Se verá. De momento, exhiben que una mujer herede la corona como el descubrimiento de un exoplaneta habitado, cuando ese hecho figura en los libros de historia desde hace siglos. También explican que es una princesa muy bien preparada –¡con 18 años!–, inteligente y mujer de su tiempo, sin tener ni idea de los problemas de los jóvenes –difícil acceso al mercado laboral, sueldos bajos…– Lo tiene todo. Si es que va a perder dinero como reina. Con esos mimbres, debería estar pensando ya en un proyecto empresarial para desbancar a Amancio Ortega en la lista Forbes. Pero eso supondría trabajar, claro.