LA violencia saltó otra vez de las gradas al campo de juego en formato puñetazo contra la cara del entrenador del Sestao juvenil. La agresión y las correspondientes sanciones han sido recogidas en los medios, pero hay otras muchas actitudes, dañinas como un derechazo en la cara, que quedan impunes entre los asientos de plástico. Ejemplos, para aburrir a un muerto. Especialmente graves cuando en el césped hay menores. “Juega muy bien para lo gordo que está”. “Es muy buena portera para ser niña”. A ver si nos entendemos, que me da a mí que va a ser que no, pero voy a intentarlo. Si el jugador y la guardameta te parecen buenos y quieres alabarlos, basta con decir qué buenos son. El resto no solo sobra, sino que puede herir la autoestima de un menor hasta límites insospechados y ofender a sus padres o hermanos, sentados en la misma grada que tú. Si tu ánimo no es halagar, sino menospreciar a niños y niñas que están practicando un deporte, autoprohíbete la entrada a los campos y dedica ese tiempo a hacértelo mirar. “Manos de mantequilla” a un portero. “Paquete” a un lateral. Es la versión insulto pelado. Más de lo mismo, aunque la cosa puede ser peor. Puede que el que te abronque sea tu padre porque “no te esfuerzas y tus compañeros te van a quitar el puesto”. O que se le vaya la olla y le diga a un profesor que no vas a poder hacer un examen porque tienes entrenamientos o una competición. Igual tu hijo no es Messi. Le vendría bien un plan B.

arodriguez@deia.eus