En nada, tres días, estamos ya a mediados de septiembre y en la anormal normalidad que es la vida, un transcurrir como dice mi amiga Bego. Y transcurre, vaya si transcurre. Mañana mismo se cumplen cincuenta días desde el 23 de julio y seguimos a vueltas con la investidura. Que vaya usted a saber el motivo de que se denomine así. Tal vez porque investir un presidente es como encargar un traje para una boda; siempre se hace pensando en que va a servir para varios menesteres y luego, si te (he) visto no me acuerdo, acaba en el fondo del armario, dicho esto sin matiz lesbogaytransbiinterqueerplus alguno, no vaya a ser... Aunque, para ser justos, si el compromiso es parlamentario el afectado de desmemoria con la investidura suele ser el investido. Ya saben, aquello del ¿no nadas nada? y el no traje traje como respuesta. O si te invisto, no te acuerdas. Así que debe ser por evitarse el enésimo bochorno del incumpimiento que en este transcurrir político del Estado, uno y otro, otro y uno, monta tanto, tanto monta, Núñez (Feijóo) y Sánchez (Pérez-Castejón), no se comprometen a hacer esto o aquello por necesario que sea y solo pretenden endosar al rival la razón de su investidura. No sé si me explico. Núñez (Feijóo) se postula para que no gobierne el monstruo, o sea Frankenstein; y Sánchez (Pérez-Castejón), para que no gobierne la bestia, o sea la ultraderecha. Háganles un traje a estos...