No hace ni un mes, Cristina Pedroche (ya saben esa presentadora famosa por su no ropa en las campanadas de Nochevieja) dio a luz, y hace una semana ya salió en Instagram exhibiendo cuerpazo de escándalo. Posaba en modo pibonazo y tal, vientre plano, músculos tonificados. Ni tripa posparto ni michelín, ni estrías, ni h. en vinagre. En su opinión, en su figura no había suerte ni milagros (sic). Era por “la vida sana y la meditación”. Como si una mujer recién parida no pudiera permitirse redondeces o tener la barriga flácida. Sin perder un minuto, las redes echaron chispas y por poco se queman. Porque antes había sido el hipnoparto y esa sarta de sandeces que ella acostumbra a publicitar. “Lo que hay ahí es mucha pasta y mucho tiempo”, decían los haters. Ya me imagino a Dabid Muñoz (su marido) preparándole una estrachatela de búfala con una mandarina que hacen en DiverXO, cubierta con lima de Tahití y espinaca. ¡Ojo que el plato es verídico! O quizá semen de pez globo, que será menos calórico. Y después de comer, la visualizo haciendo bikram yoga con su personal trainer y acudiendo a la psicóloga perinatal (tampoco me invento nada). Por contra, veo a una madre cualquiera comiendo espaguettis con tomate mientras pone varias lavadoras y friega la loza. Querida Cristina, no todo es cuestión de disciplina y actitud. Aquí, el dinero sí importa porque el físico también depende del nivel de renta.

clago@deia.eus