EL cronista político se despertó ayer con un entusiasmo efervescente que desapareció antes de levantarse. Por un momento pensó que las elecciones generales se celebraban el próximo domingo. “Bueno, solo queda una semana, aguantamos”, se dijo. Pronto advirtió que esta campaña desemboca en el 23 de julio. Es el río Ebro de las campañas electorales. Por poner una referencia con aire institucional, Alberto Núñez Feijóo fue designado el 24 de mayo de 2022 senador para el cara a cara a Pedro Sánchez en la Cámara alta. La pelea va a durar un año y dos meses. Todavía más si nos remontamos al momento en el que Isabel Díaz Ayuso se hizo fuerte en el campanario de Madrid y empezó a disparar contra el Gobierno. Primero con la precisión de un francotirador y ahora lanzando cualquier ocurrencia. Por ello, no es extraño que el cronista perdiera durante unos segundos la noción del tiempo. Le ocurre a veces con el espacio. “¿Si elegimos entre Trump y Biden, entre Lula y Bolsonaro, no tendríamos que votar en Estados Unidos o Brasil?”, se ha llegado a plantear. Tampoco entiende muy bien que el terrorismo regrese a la campaña, sospecha que es una cortina de humo para esconder que gran parte de la derecha, ultra o no, quiere remontarse más atrás. Y está lo de las encuestas, en las que, aun sabiendo que la de Tezanos tiende a la extravagancia, la suma de bloques varía como la aguja de las revoluciones en un coche al ralentí. El cronista ha pedido esta mañana un cambio a Deportes.