“Para toda una generación de cubanos, la promesa de un futuro mejor se ha traducido en un presente de miseria”, asegura Leonardo Padura (La Habana, 1955). El escritor pertenece a una generación que conoció la Cuba más esplendorosa, y que luego vivió su lenta pero progresiva transformación.

Su último libro, Morir en la Arena (editorial Tusquets), es una tensa historia familiar que retrata los últimos 50 años de la historia de su país. Rodolfo es un cubano marcado por la guerra de Angola y, sobre todo, por el asesinato de su padre a manos de su hermano Geni. Ya jubilado, se reencuentra con su cuñada Nora, antiguo amor de juventud, al tiempo que recibe la noticia de la inminente excarcelación de su hermano, enfermo terminal y destinado a regresar a la casa familiar.

La novela se diferencia mucho de sus anteriores libros.

Creo que lo peor que puede hacer un escritor es creerse que ha encontrado la fórmula mágica y que ésta siempre le va a responder porque eso implica que empieza a repetirse así mismo. Yo tengo una serie de novelas en las que hay un mismo personaje que es Mario Conde, que tienen una perspectiva de la realidad muy semejante porque todo se ve a través de sus ojos. Pero, incluso, en esas novelas he tratado de cambiar, de evolucionar, de imponerme otros desafíos. Y con respecto a las que no aparece este personaje, trato de que cada una de ellas tenga también su propia característica. Pero con la que Morir en la arena sí guarda un parentesco, porque de alguna forma son como las dos caras de una moneda, es con Como polvo en el viento, en la que hablo de los que se van de Cuba y ésta es una novela sobre los que se han quedado en Cuba. Siempre desde el punto de vista de mi generación.

‘Morir en la arena’ está basada en unos hechos reales, pero utiliza la vida de sus personajes para retratar el derrumbe social de Cuba.

Mi objetivo siempre es escribir una posible crónica de la vida cubana y repito algo que es importante, desde el punto de vista de mi generación. Son libros en los que siempre la perspectiva de personajes de mi generación está gravitando sobre la mirada que se produce de los acontecimientos, de los conflictos, de los sentimientos de las personas. Esta novela parte de un hecho real, que fue un parricidio que ocurrió en una familia cercana a la mía, pero que está muy ficcionado, está muy cambiado. Lo que sí está muy cercano a lo que ocurre en la realidad es justamente ese contexto social que se ve en la novela. Todos los acontecimientos, las realidades, las expectativas de los personajes, el hecho de que llegan a una edad en la que ya se van a jubilar y están en unas condiciones que son muy vulnerables, eso es una realidad que se vive en Cuba hoy. Los cubanos de mi generación que se jubilan están en la pobreza absoluta.

Otro de los personajes es Raimundo Fumero, un escritor intelectual.

Fumero es la representación del escritor que yo hubiera podido ser, el escritor que han sido tantos de mis colegas, marcados por el miedo a expresarse que se estableció en la práctica cultural en Cuba desde los años de 1960. Tiene un papel muy importante en la novela, es como un observador del conflicto entre los tres grandes protagonistas. Es ese tipo de escritor que comienza a publicar en los años 70 en Cuba en un momento en que había una fuerte represión cultural en el que se le exigía al arte en sentido general que tuviera una visión socialista, es decir, que fuera optimista, combativo, que denunciara las lacras del pasado, que fuera un reflejo de lo heroico de la revolución. Para poder escribir y publicar tuvieron que acatar esos parámetros y eso ha marcado hasta hoy la literatura cubana porque introdujo el ejercicio constante de la autocensura para evitar la censura y para poder tener un espacio en la vida cultural cubana.

Ese no ha sido su caso, algunos de sus libros no se han publicado en su país.

Mi situación ha sido distinta al de mi personaje porque he podido desde hace muchos años tener una editorial en España con la cual he ido publicando toda mi literatura. Hay varios de mis libros que están publicados en Cuba, pero, por ejemplo, las últimas novelas, no. Ya incluso los editores cubanos ni se me acercan para pedirme los libros. Antes había algún intento y me decían, Oye, podemos publicarlo, a lo mejor, una pequeña tirada y así salieron algunos. Ahora ni siquiera me llaman para ver la posibilidad de publicarlos.

Pero sus libros sí se leen en Cuba...

Sí, bueno, alguien de fuera de Cuba tiene la gentileza de enviar a algunas personas algún ejemplar y y esos ejemplares circulan mucho por mi país. Cuando en España alguien compra un libro, lo lees tú, tu pareja, tu familia... Tres o cuatro personas, pero en mi país, un libro lo lee medio barrio. Y esa es una de las muchísimas estrategias de supervivencia que hemos desarrollado en Cuba. Por ejemplo, de esta novela, tres días después de salir en el mercado en España, ya había un PDF pirata circulando entre los cubanos y muchísima gente lo está leyendo en estos momentos. Desde cualquier punto de vista, sería reprochable pero hay que entender esa circunstancia cubana. Que mis compatriotas puedan leer mis libros, a pesar de que otros compatriotas no hagan ningún esfuerzo porque esos libros se publiquen en Cuba, pues me satisface mucho.

¿Resultan sus libros incómodos?

Para determinadas maneras de entender la vida cubana pueden ser libros incómodos, pero lo que sí puedo garantizar con absoluta certeza es que en mis libros no hay una sola mentira sobre la realidad cubana. La verdad no es absoluta, pero la mentira sí lo es.

Dice en el epílogo de su novela que el presente en Cuba está tan deprimido que necesariamente tiene que haber algo que ocurra. ¿Cómo está en estos momentos la situación en su país?

En estos tantos momentos que estamos hablando, el país completo está sin electricidad. Hay una desconexión del sistema eléctrico nacional, que es como se llama, que puede durar 10, 12, 24, 72, 96 horas. Imagínate tú la condición económica que tiene el País. La vida es muy difícil, con unos altos niveles de inflación, con una realidad que no se puede desconocer y es que cualquier voz que salga a la calle a manifestarse corre el riesgo, como ha ocurrido ya, de acabar en la cárcel con penas que pueden llegar a los 10 años o más.

Repite mucho en su libro las palabras miedo, pavor, temor, mierda... Son palabras de desesperanza.

La mierda de la realidad y el miedo a provocar, a mover la mierda de la realidad. La gente tiene miedo, sí. Pero en el libro también es importante el elemento del perdón para, de alguna forma, liberarnos nosotros mismos de lastres que tenemos. Perdonar es muy importante no solo en las relaciones familiares sino incluso en las relaciones políticas de un país. Y, por otra parte, la novela aborda también la redención, esa recuperación de una libertad. Los personajes principales al final encuentran una forma de redimirse.

Hace unos años me confesaba que no había pensado abandonar Cuba porque esa realidad le alimentaba para escribir. ¿Lo sigue manteniendo?

Sí, sí. Sigo ahí, estoy acompañando a mi madre que va rumbo de los 98 años, en la misma casa, en el mismo barrio y relacionándome con la realidad. A veces, da la impresión de que en Cuba las cosas no cambian, pero sí, las sociedades cambian y por ejemplo, en mi novela Como polvo en el viento hablo de esa diáspora tremenda de mi generación. Dos años después empezó otra diáspora mucho más violenta, mucho más numerosa gracias a la cual salió de Cuba 1 millón y tanto de cubanos y disminuyó un 10% la población del país en tres años. Fue un hecho casi bíblico. Entonces, estar cerca de esa realidad, respirarla, entenderla, saber cómo reaccionan las personas ante esto, es muy importante para mí y es lo que puedo reflejar además en mis libros, me alimenta.

¿Tiene previsto volver al género policíaco con su detective Mario Conde?

Bueno, realmente lo que está ocurriendo con las novelas del personaje de Conde es que cada vez son menos policiacas y más sociales. Desde el principio el contenido policial de mis novelas fue bastante limitado, fue casi un pretexto para poder mirar la policía cubana. Pues cada vez ese pretexto se ha hecho más importante y creo va a seguir siendo así. Pero sí, voy a recuperar a este personaje en mi próxima novela.