SI de San Pedro dependiera absolver los pecados de Berlusconi al abrirle las puertas del cielo, le recomendaría que lo hiciera por un solo episodio: la manita que en 1989 el Milan, club que entronizó desde su presidencia, endosó al Real Madrid en la Copa de Europa. Eso, y que luego mordiera el polvo en un amistoso en San Mamés desmoronándose su imbatibilidad. El resto de su auge y poder, que trazó con tintes fellinianos e hiperrealismo desbocado, nos fue proporcionando herencias de un populismo ultra histriónico y pernicioso como el plasmado entre PP y Vox en la Comunidad Valenciana. Basta ojear los puntos de su acuerdo: 1) Libertad para que todos podamos elegir. 2) Señas de identidad para recuperar nuestras señas de identidad (sic). Y 3) Apoyo a las familias para fomentar la natalidad y su promoción. Aparte de tratarse de una redacción de escuela primaria, a nadie se le escapa que en eso de la elección primará su ideología, que las señas de identidad borrarán el valencià hasta de los carteles y que al hablar de familias solo lo hacen desde su única concepción. Que es lo mismo que cuando Ayuso proclama la defensa del vulnerable y suprime el abono transporte dando barra libre a cheques para que los ricos contraten empleadas del hogar. Más nos vale ponernos el chubasquero en pleno verano porque de esto trata el cambio que se avecina. Solo nos queda la reacción. Si Il Cavaliere tenía chispa, estos tienen la gracia justo ahí donde nos dan la patada.

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