Sí, ya ven, Pitágoras fue matemático al decir que todos los males de los hombres son fruto de su elección. Y como el Estado español está así y ahí, o sea, ahí, rodeando a Loja, el municipio granadino que dio imagen a la Sylvania de Sopa de Ganso, su gobierno a ritmo de ocurrencias no difiere del de Rufus T. Firely, en el film presidente de la vecina Libertonia. Aunque Sánchez no use gafas ni se deje mostacho, va de broma pesada en broma pesada. Para los ciudadanos. Así que estas son las elecciones y, si no le gustan, tiene otras. ¿Que no se cumple el programa de gobierno con que ganó aquellas anteriores, ya lejanas? No importa, hombre, cambien elecciones por principios y les saldrá Marx, pero Groucho, al grito de ¡Más madera! en un alocado tren que se despedaza. ¿Que no se cumplen los compromisos adquiridos con los socios que apoyaron su investidura y han venido sosteniendo su endeble gobierno? Qué mas da, cambien principios por acuerdos y les saldrá Marx, pero Harpo, quien fuese lo que fuese lo que se le decía contestaba con ensordecedores bocinazos. ¿Que no es precisamente una parálisis legislativa y gubernamental de cuatro meses, de junio a octubre, periodo electoral y vacaciones, lo que necesita una sociedad sacudida por las sucesivas crisis? Y a él qué, cambien acuerdos por necesidades y de ese camarote del desbarajuste les saldrá Marx, pero Chicco, el pianista grillado al que solo entendía Harpo.