YA no es la abreviatura que nos permitía encajar sin perder espacio en el titular a la izquierda abertzale. La IA es ahora esa combinación de algoritmos mediante los que artificialmente se puede sustituir a la inteligencia humana, tal y como ha hecho el venezolano Maduro fabricando una asistente virtual, llamada Sira, para difundir su propaganda gubernamental, posiblemente con más luces que el propio presidente. Échense los plumillas a temblar como al empresario de turno se le encienda la bombilla y nos funda los plomos salariales creyendo que este cacharro de dudosa ética le puede rellenar informaciones periodísticas en segundos, obviamente sin alma y de parte, y hasta señalar el analytics que está acabando con la profesión. Desde la crisis financiera de 2008 hasta la guerra de Ucrania, pasando por la pandemia y, si me apuran, por el crack del 29 o el ataque a las Torres Gemelas, no hay acontecimiento al que no se agarren los dueños de los imperios mediáticos para cercenar no ya solo las posibilidades económicas de los periodistas sino las vías para ejercer con dignidad su oficio, reducido a una amalgama de publicaciones sin profundidad y con el único gancho de sumir al lector –principalmente on line– en la perplejidad de la nadería. Hemos sufrido este recurso en portadas donde se quería confundir en medio de la trinchera política. Aunque, en verdad, no sería mala herramienta en campaña electoral. ¡Para lo que nos tienen que contar!

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