ME da igual que el emérito haya viajado a las regatas de Sanxenxo o a Gasteiz para que le arreglen la boca. Pero me parece un escándalo que, en un momento en el que las familias cada vez hacen mayores malabarismos para poder llenar el carro de la compra, haga gala de tanta ostentación. Juan Carlos I se ha desplazado desde Abu Dabi en uno de los aviones más caros y lujosos del mundo, un jet privado de una compañía de los Emiratos Árabes, cuyo coste de vuelo por hora supera los 9.000 euros. Las cifras son de escándalo: de Abu Dabi a Londres, de ahí a Vigo, de Vigo a Gasteiz y de Gasteiz vuelta a Abu Dabi, lo que supone que el viajecito no bajará del cuarto de millón de euros. A día de hoy, aún no está claro quién se ha hecho cargo de los gastos, pero, aunque no tengamos que costearle el avión –el año pasado se comentó que se lo había pagado un emir–, está claro que, al final, todos y todas le vamos a tener que sufragar una parte de sus fastuosas vacaciones. Sus gastos de escolta y seguridad siguen corriendo a cuenta del Estado. El Gobierno español evita informar sobre cuánto ha costado exactamente porque, según aducen, no se sufraga con una partida presupuestaria específica. El dinero público sigue gastándose en costear la lujosa vida de su majestad, mientras para la gran mayoría es una odisea llegar a final de mes. Qué poco ejemplar.

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