DAVID Frost, famoso presentador británico en el que reñían la agudeza y la sátira, dijo que la televisión introduce en tu salón a gente que nunca tendrías en casa. Lo dijo mucho antes de que los móviles hayan metido a esa gente en el bolsillo de una juventud que no llega a tener casa. Aunque este de la vivienda y la difícil emancipación es cuento viejo, de antes de la tele, de cuando el teléfono pasaba por centralita. Ya en 1958, pasada el hambre de la posguerra, fue excusa de comedia en la primera película de Marco Ferreri, El pisito, con Mary Carrillo y López Vázquez. Sánchez y Feijoó no habían nacido, pero quizá sus padres viviesen aquellos aprietos y, 65 años después, ahora que los precios de los alimentos amenazan otro racionamiento obligado, descubren de repente que el problema subsiste y se introducen en el bolsillo de los ciudadanos para llevar al ciudadano a su bolsillo; electoral, claro. Uno prepara una ley –otra, qué novedad– de vivienda y promete tropecientosmil pisos; la mitad, de los que la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb para disimular) no puede vender tras quedárselos como amortización de la deuda de los bancos. El otro, “pues yo más”, un aval del 15% a primera vivienda, el pago de la fianza del alquiler o 1.000€ de ayuda a la emancipación. Por prometer... El caso es que, además, aquí son okupas: según el artículo 10.31 del Estatuto, se meten en casa ajena.