ES una protesta recurrente que solo confirma cómo los actos de las que se dicen grandes ciudades ladean a sus vecinos. El Basque Fest ha pasado por Bilbao como siempre, como una gran cita jalonada por un rosario de actividades sobre nuestras tradiciones, mostrando con orgullo nuestra cultura vasca o la eterna gastronomía en una explosión de actos que nos ha recordado un orgullo bien organizado y solo para turistas. Ayer lunes, la gran fiesta de la cultura vasca por estas fechas, festivo en casa y lectivo en otras comunidades autónomas, Bilbao ya era un paisaje lunar. Otro año más. Supongo que tiene que ver poco con los impuestos que pagamos todos los bilbainos y bilbainas para no encontrarnos un lunes festivo y en plenas vacaciones oteando una ciudad fantasma porque los turistas ya se han ido y los festivales que hablan de lo nuestro, de nuestra música, de nuestros productos, de nuestros herri kirolak, por muy nuestros que sean no están concebidos para nuestro disfrute. Bilbao se abre de par en par para los que dejan su dinero en el pintxo-pote y en los hoteles mientras los paisanos nos preguntamos por qué un montón de espacios de la noche a la mañana se esfuman porque no hay turistas que los vean en una experiencia dudosamente inmersiva. Alarguen el Basque Fest, si quiera con la mitad de actividades, no hagan algo imprescindible para unos cuantos, que ayer fue fiesta y nada es exclusivo, aunque lo parezca.
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