HAY personas empeñadas en que la realidad no les estropee ni un buen titular ni un buen prejuicio. Para qué tomarse la molestia de indagar y andar cambiando de opinión con lo rápido y cómodo que resulta generalizar. “Los que vienen de fuera son unos paletos”, tuvieron que oír muchos de nuestros padres. Pues va a ser que sin ellos no se habría construido el país. “Los vascos sois de la ETA”, escuchamos de adolescentes con nuestros propios oídos. Pues tampoco. “Los periodistas no sois de fiar”, te sueltan medio en broma, medio en serio, según te descuelgan el teléfono sin conocerte de nada. Los hay peligrosos, la verdad, pero creí que existía la presunción de inocencia. Nada han aprendido unos cuantos en todos estos años. “Las mujeres que alquilan sus vientres son pobres y están explotadas”. Yo conocí a una mujer, activista feminista y con carrera, que ganaba más que los padres de la criatura y que gestó a su hija “libremente”, tras conocer a una amiga que no podía ser madre, “para dar un poco de amor al mundo”. No es la única. Por increíble que parezca existen personas buenas. Algunas mujeres vascas, incluso, estarían dispuestas a gestar altruistamente a los hijos e hijas de familiares y amigos si fuera legal en este país. Por respeto a todas ellas, no se debería generalizar. Hay mujeres explotadas, sí. A millones. Por ciertas agencias de gestación subrogada, en prostíbulos, en fábricas textiles, en hoteles... Centrémonos en ellas.

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