EL mapa de desarrollo del Tren de Alta Velocidad español es un atlas de agravios a Euskadi. Ya cuando se iniciaron las obras del AVE entre Madrid y Sevilla hace 35 años se cuestionó el proyecto porque vertebraba en sentido contrario a Europa. Todo ello a pesar de que se decidió instalar el ancho de vía compatible con el europeo. La vocación era la conexión con el continente y la muga era la alternativa lógica si Francia llegaba hasta Hendaia. A partir de ahí, todos los ministros franceses de Transporte de los últimos cuarenta años habrán llegado a la misma conclusión: si España no tiene prisa por llegar a la frontera, por qué la va a tener Francia. La alianza del Cantábrico pone en evidencia la desidia de los ejecutivos que han desfilado por España desde finales de los ochenta. Y además supone que cuatro comunidades de distinto signo político –una de ellas socialista– toma las riendas en una cuestión de Estado. En ese contexto, llaman la atención las declaraciones del delegado del Estado, Denis Itxaso. Primero porque posiblemente su bagaje político no le alcanza para dar clases sobre cómo funcionan las cosas en el ámbito comunitario, que convive con un enjambre de lobbys con gran peso en la toma de decisiones. Pero es que además Itxaso habla de la necesidad de apostar por la vía de la diplomacia y la cooperación, cuando el frente del norte es precisamente eso. Cuatro gobiernos cooperando y con voluntad de dialogar para que esta aspiración, legítima y democrática, no se retrase otra década.