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Mesa de Redacción

Susana M. Oxinalde

Señor con traje morado

EN esta apoteosis escénica del macho alfa Iglesias en la Uni de otoño, donde hay algo de restauración, de páter familias y de mucha bilis, debiera contenerse el exlíder de Podemos, ese que llegó con su espada de madera, cuando Sánchez ha rescatado su papel y discurso y ya no hay un Iglesias sino dos, uno en las tertulias y otro en Moncloa. De aquel Sánchez de los gobiernos imposibles que hacía ojitos a Rivera y colocaba una ristra de ajos en los acuerdos de gobierno, ha resultado el político con aquel fondo de armario revolucionario con el que Iglesias lucía palmito en su puesta de largo política, en los escaños y en Vistalegre. Las izquierdas y las derechas, los ricos, los poderosos, los de arriba y los de abajo como esa canción de moda de las mil versiones e intérpretes hasta llegar al solista Sánchez que hasta se nos quitó la corbata por el ahorro energético y solo le faltó ponerse coleta, levantar el puño y plantarle un beso a Bolaños. La podemización presidencial llega para batirse a un adversario potable que es todavía quien ni se ha presentado ni ha integrado a Podemos en su plataforma a pesar de los reproches de Iglesias por facilitarle la vicepresidencia. Sánchez se transmuta en Iglesias e Iglesias atiza preventivamente a Yolanda Díaz. Todo es ya un juego de ventriloquía que vuela en el Falcon mientras el gran nido anticasta la emprende a avisos sobre su mejor cartel electoral. Sí, hay que ser estúpido.

susana.martin@deia.eus