NO merece la pena realizar el esfuerzo, pero, si se suman todos los minutos que han dedicado los medios de comunicación madrileños al secuestro de Aimar en el Hospital de Basurto, seguramente comprobaríamos que multiplica por 100, tirando a lo bajo, el que destinaron al 25 aniversario del Guggenheim. Hay mucho morbo latente suelto y cuando asoma una historia de este tipo los profesionales de la información saben que toca exprimirla. La atención está garantizada sobre todo si hay un recién nacido por medio. Ojo, que no critico el despliegue y hay que valorar el esfuerzo que han realizado sin ir más lejos mis compañeros de Egunero en DEIA. Pero otra cosa es buscar el efectismo gratuito. “Conmoción en Santutxu”, he llegado a leer en una web. Como si todo el barrio bilbaino estuviera atrapado en una especie de shock colectivo solo porque la secuestradora de Aimar fuera una vecina. Ese tipo de titulares no aparecen luego en el papel. Su objetivo es garantizarse que el internauta pinche en la información y recorra de arriba abajo un texto que avanza como un pequeño arroyo, casi sin agua, y con las riberas frondosas de anuncios. Algo parecido ocurre con las declaraciones de expertos en salud mental que, advirtiendo de que un análisis sin reconocer al paciente no tiene ningún valor, son consultados sobre los motivos que llevan a alguien a secuestrar a un bebé. Detectar las buenas historias es esencial para un buen periodista, también lo es saber cuando ya no da para más y se entra en el pantano del morbo.