EL precursor del yoga en occidente, Paramahansa Yogananda, decía que algunas personas intentan ser altas cortándoles la cabeza a otras. Matones los hay a todos los niveles y de todas las edades. Existe toda clase de relaciones abusivas, un acosador puede ser un jefe intimidante, una pareja controladora, un vecino o un conocido que te avergüenza delante de tus amigos... De adultos, tenemos –y debemos– poner freno a estas agresiones utilizando todas nuestras armas posibles, que afortunadamente hay muchas. Pero, la cosa cambia en el caso de los niños. Creo que no me equivoco al pensar que el vídeo de Izan, el escolar acosado en Lloseta, que se ha hecho viral estos días, no ha dejado indiferente a nadie. El pequeño llevó una tarta a la escuela para celebrar su cumpleaños, pero sus compañeros, en vez de cantarle “cumpleaños feliz”, modificaron la letra de la canción insultándole y llamándole “gordo foca”, entre otras lindezas. Verle paralizado, sin saber cómo reaccionar, ha conmocionado e indignado a toda la sociedad a través de las redes sociales. Ojalá sirva para ayudar a erradicar el bullying, que provoca cada año 300 suicidios, pero me temo que este tipo de imágenes solo golpean durante unas horas nuestras conciencias. ¿Quién se acuerda ya de la foto del niño inmigrante ahogado en 2015 en la playa turca de Bodrum?
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