O, aunque lo repitan, no es verdad. El IPC, o sea, el "índice de precios de consumo" que debería decir cuánto más nos cuesta vivir a usted y a mí, pero ni siquiera lo hace del todo porque incluye desde la depilación láser al logopeda, bienes de consumo hasta cierto punto, no sube por culpa de Putin, que tiene muchas otras culpas y muy graves, pero no esa. El coste de nuestra vidas, que más vale no relacionar con el precio de las vidas ucranianas, ya era en diciembre un 6,5% más caro que un año antes. Y en enero un 6%. Y en febrero más de un 7%. No, no es verdad aunque lo repitan. El coste del gasóleo que solivianta a los camioneros y hace subir todos los precios menos los de aquellos que lo necesitan para trabajar no es consecuencia de la infame invasión de Ucrania por Rusia. Venía subiendo ininterrumpidamente desde el último mayo y su precio antes de que el 24 de febrero se encendiera el motor de los tanques rusos ya era de 1,8€/litro. No, no es verdad que la luz se haya disparado por la dependencia europea del gas ruso. Con este fluyendo, ya hacía meses que había alcanzado niveles récord y obligado a aplicar medidas desde el pasado junio. De acuerdo, la invasión de Ucrania lo ha empeorado y cuestionado todo, desorden mundial incluido, pero achacarle cada problema solo confunde en un revoltijo intencionado la verdadera y atroz maldad de la guerra, sin duda más consecuencia que causa, y a diluir otras responsabilidades. Esa sí es la verdad. Déjense de milongas.