HORA que dice la OMS que Europa podría estar ante el fin de la pandemia van y proponen un permiso de 7 días para atender a un familiar o conviviente. La medida está bien, pero llegará tarde, cuando la mitad de la población casi muere en el intento de conciliar con el covid. Qué me dicen, si no, de esas humaredas en los confinamientos, que no sabías si partían de tu cabeza, del portátil recalentado o de la sartén olvidada en la vitro. O de esos cónyuges aislados en el cuarto viendo series mientras tú y tus anticuerpos todopoderosos currabais más que una kelly. En fin, que el permiso bienvenido sea, aunque me deja el mismo regusto que cuando mis vecinos esperaron a que mis hijos crecieran para poner el ascensor. Cuatro pisos arriba y abajo con el cochecito a cuestas y unos músculos que ni haciendo dominadas. Tres cuartos de lo mismo me pasó con los permisos de paternidad. Entonces les daban dos míseros días -digo yo que sería para que se presentaran a la criatura- y ahí te quedabas, con un gremlin recién estrenado, sin instrucciones ni pilas que quitar. A día de hoy sigo buscándoles el botón de off. Eso me pasa por comprarlos en AliExpress. A la espera de poder estrenar el nuevo permiso, y que no me pase como con el pasaporte covid, solo me asaltan dos dudas: ¿El padre de las criaturas es conviviente o ser sintiente, como los chuchos? Y ¿por qué el año que viene no pasan todos de votar a los candidatos a Eurovisión? Con un par... de tetas.
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