ACE no mucho tiempo, los medios de comunicación escogían los temas que trasladaban a sus lectores, oyentes o espectadores. Ahora, en el mejor de los casos son los followers -analícese si el calificativo mejora o no la condición del destinatario de la información- quienes deciden qué noticias son de interés. Y en el peor de los lances, que es en la mayoría de las ocasiones, son los social mediamanager de las empresas, los lobbies o incluso los partidos o sus fundaciones los encargados de inclinar las inquietudes hacia las cuestiones que estiman oportuno airear para lograr sus objetivos. Nada altruistas por cierto. Es lo que ha ocurrido con la polémica de la carne a raíz de las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón. Dos semanas después de la publicación de la entrevista en un periódico británico, la derecha ha pulsado el botón del pánico para situar la cuestión en el carril central de las elecciones de Castilla y León. El terremoto fue de tal intensidad que no hubo forma de esquivar un tema que, a decir verdad, tiene menos atractivo que la carne envasada que se vende en algunas superficies comerciales. Y todos sabemos que la producción de un pequeño caserío es, además de más sabrosa, más respetuosa con el medio ambiente. Ahora bien, hay cosas sobre las que se sobrentiende que un ministro no debe hablar, máxime cuando forma parte de la parte minoritaria de un gobierno en minoría. Garzón ha roto la Omerta de nuevo y no parece que haya perdón esta vez.

Asier Diez Mon