STAS criaturas no tienen respeto por la generación del papiro. El primero, el crío, que un día me vio en la puerta del colegio con un periódico y me miró como si llevara la Piedra Rosetta debajo del sobaco. "Pero, ama, que no estamos en el Paleolítico. ¿No sabes que existen las nuevas tecnologías?", dijo con cara de esconde eso ahora mismo antes de que lo vean mis amigos. "A ver cómo envolvéis el día de mañana los vasos rotos con un smartphone, listillos", pensé, pero no abrí la boca porque esas conversaciones las carga el diablo. Esta semana ha liberado su espíritu crítico la innombrable, que interceptó un diario impreso en la sala. "La estructura del periódico es compleja", sentenció tras hojearlo unos segundos. Me quedé a la expectativa, como quien no sabe si encargar o no el cordero para Navidad hasta que se pronuncie el LABI. ¿Lo dirá por el orden de las secciones, el diseño de las páginas, la redacción de las noticias...? "Cuando pasas las hojas se deshace entero. Como no tiene grapas...". Acabáramos. A ver si el sector está en crisis por ahorrarnos un par de hierritos. Al llegar a los pasatiempos, se detuvo. "Y esto ¿cómo funciona?". Esto era un autodefinido. ¡Tate! Seguro que con el temporal nos hemos caído en un agujero negro y las criaturas han viajado en el tiempo como en Regreso al futuro. Pero me miré en el espejo y ni rastro de la melena canosa de Doc.

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