A ven, justo cuando la luz nos da una tregua -qué son los 92 euros el megavatio hora de hoy comparados con el récord histórico de 288 euros marcado el pasado 7 de octubre- asoma el runrún del apagón eléctrico. ¿Cómo reaccionaríamos si durante un par de días no llegara la luz a nuestras casas y trabajos o a los colegios de nuestros hijos? Me atrevo a vaticinar que no veremos tal catástrofe, pero no estaría de más que cada uno analizara cuál sería su respuesta, básicamente para constatar la dependencia total que tenemos de la energía. Detrás está el consumismo, toda una religión a la que ya es imposible cortarle el paso. Somos tan globales que Halloween ya forma parte de nuestro acervo y llevamos décadas exportando costumbres, entre ellas la de acudir cada fin de semana a los centros comerciales y echar el día allí, en lugar de darse un garbeo por el monte, como han hecho los vascos toda la vida. Cosas del "nihilismo existencialista", que diría Arnaldo Otegi. Así que cuando la ministra austriaca de Defensa, Klaudia Tanner, afirma que "la cuestión no es si habrá un gran apagón, sino cuando", es difícil no sumirse en la inquietud por el efecto que puede tener el mensaje entre los que no podrían pasar ni doce horas sin luz. Además, llama la atención que sea la responsable del ejército austriaco quien lo diga, como preparando al personal para la guerra. Y seguramente el mayor enemigo de los europeos es hoy la dependencia de la energía. Incluso más que los precios de la luz.

Asier Diez Mon