EFORZADO tras la última crisis de los ministerios como solo saben hacer los eternamente cuestionados, apuntalado a la silla pese a las desconfianzas, al ministro Escrivá siempre le gusta equivocarse solo. El titular de Seguridad Social cumplirá en diciembre 61 años y, según su biografía, toda la vida se ha dedicado a contar dinero, desde el Banco de España, el BCE, el BBVA o la Airef . Ahora cuenta los años que nos quedan para jubilarnos y hace la sumatoria hasta llegar a 75, con lo que a él le restan otros 15 que podría llevar divinamente a base de seguir mirando balances financieros. Trabajar hasta los 75 años es mucho trabajar, también con alternativas para que alguien que lleva toda la vida trabajando descanse y que la muerte natural no le pille en el tajo. Según el ministro, hay una falsa dicotomía entre ocupación juvenil y senior porque una no suple a la otra pero en pocos años podremos encontraremos con un ejército de ancianos fichando o de jóvenes en el paro, ancianas metiendo horas y mujeres sin hijos y con bono-INEM pretendiendo que la cadena siga. Pero a Escrivá se le ha malinterpretado: él solo quiere que no nos vayamos ni tan de golpe ni tan pronto. Y es que todo es relativo. Que se lo digan al albañil, a los cuidadores de ancianos, camioneros, limpiadoras o conductores... y así una larga lista. Todos en su jubilación querrán, sin miedo a la parca, sentarse de banco en banco, justo igual que Escrivá.

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