S todo un síntoma que haya una remodelación profunda de gobierno, que salgan siete ministros, que entren otros tantos, que algunos cambien de silla como al tún-tún, que haya vendettas, ajustes de cuentas, sorpresas de fondo y forma y que entre tanto protagonista de un gabinete-trituradora de hasta 22 señores y señoras, la prima donna del revolcón sea el propio presidente. La resurrección de Sánchez en poco más de tres años es conocida, no perderemos más líneas de las escritas en destacar su historial de superviviente-superventas pero una ahora asiste al movimiento táctico de las carteras y no puede dejar de pensar dos cosas al mismo tiempo: Sánchez sigue siendo el político varieté y líquido de hace un quinquenio pero con los kilotones de ese desparpajo que solo da el poder y tener muy claros los objetivos. Nada tiene que ver este presidente o este secretario general con el de entonces, sometido al aparato que ahora recomprondrá caña en mano a su imagen y semejanza. La vocación costurera de Susana, ahora hilvanando su propio futuro político, pertenece a Pedro-pé y a todos sus compañeros como aquellos retales que le quedaban colgando por las alcaldías desde ese aciago 2017 de las baronías y que a partir el próximo congreso adornarán el partido como un patchwork nivel Dios. El día es que esto explote de verdad, el Comité de aquel 1 de octubre será lo más parecido a Disneylandia.

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