ON la infantería ya en casa tras el cierre temporal del frente escolar, es difícil no oler el salitre del mar y escuchar el rumor de las olas, aunque para la mayoría de los padres y madres de las criaturas las vacaciones todavía quedan demasiado lejos. Las próximas semanas tendrán el aliciente de guardar la mascarilla en los espacios abiertos y de poder pedir un gin tonic a eso de las dos menos cuarto, que para muchos es una hora más que prudente de volver a casa. Y luego está lo de la reapertura de los txokos, que genera una alegría de rebaño que contagia hasta a los que no los tienen al alcance. Parece que esta vez sí, aprobamos el duro examen del covid. Y un día de estos oiremos a algún dirigente político darnos las gracias porque esta guerra la hemos ganado entre todos, obviando que los partidos se han pegado con todo los últimos meses y que solo ha faltado una quedada en Colón para escenificar la deslealtad o, si se quiere, que lo importante es pescar votos y revolver las aguas para conseguirlo. El consejero de Educación, Jokin Bildarratz, dijo en una entrevista publicada el pasado sábado en DEIA que "el reto del próximo curso será hablar más de pedagogía y menos de salud". Trasladen ese deseo a todos los ámbitos, hablemos más de competitividad, de derechos laborales y sociales, de reforzar la sanidad para reaccionar cada vez mejor a crisis como está, de cohesión social... Hablemos y hagamos para que el próximo curso sea lo mejor posible para todos y no lo suspenda nadie.