ARA la generación Z, los nacidos este siglo, que el Athletic dispute una final, aunque sea periódicamente y no de forma triunfal, parece cuestión rutinaria. Aunque la última Supercopa, por el rango del doble rival, tuvo un valor superlativo, la imagen que tienen ellos de la gabarra o una celebración a la bilbaina descansa solo en los libros amarillentos y no en sus retinas. Habría sin embargo que recordarles que, los que sí hemos tenido la fortuna de disfrutarla, también nos pasamos un cuarto de siglo rumiando por el desierto copero con eliminaciones históricas como las sufridas en los 90 a manos del Xerez de Javi Peña y el Cádiz de Dertycia, o años antes ante el Castilla a penaltis, y algunos después frente al Real Unión, la Gimnástica de Torrelavega o el Formentera, por citar solo los más sonados. Un simple retazo para que valoren la dimensión del momento que se avecina aunque, con independencia del mismo, en esos dientes de sierra anida la grandeza del Athletic. Que igual de héroes pueden ser en su álbum los Williams, Muniain y Marcelino, como lo fueron para el nuestro Liceranzu, Endika y Clemente. Pero que tan trascendentales para alcanzar este presente lo fueron, en otra tesitura, los Guerrero, Luis Prieto, Etxeberria, Gabilondo, Yeste o Mané. Y sobre todo esa afición que no hace mucho contenía el aliento y ahora tiene que sacarlo a distancia. Y que, destino aparte, siempre quedará el hecho diferencial de ser Athletic.

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