SPAÑA se cierra pero los turistas extranjeros campan a sus anchas. En pleno bloqueo perimetral de las comunidades, los franceses colonizan Donostia, y los alemanes se torran en Mallorca. ¿Qué sentido tiene que un vizcaino no pueda ir a su segunda residencia en Izaba o en Noja, pero sí puedan reabrir unos suecos el hotel Carlton o aterrizar hordas de gabachos en Madrid? Nadie sabe cómo impedir esas invasiones napoleónicas que vienen a lucir juventud y disfrutar de la fiesta, y de no sé qué cosas más, y solo nos generan envidia y malos pensamientos. La ministra Reyes Maroto defiende los viajes de foráneos porque llegan con una PCR negativa. ¿Y si mi vecina del quinto quiere hacerse un test de antígenos para ir a Laredo? Llama la atención esos borrachetes que, para Díaz Ayuso, acuden a ver museos, cuando Madrid se ha convertido en la capital europea del fiestorro, el botellón y el putiferium. Ríete tú de Magaluf. Ya verás cuando los madrileños empiecen a toser en francés. ¡Tres chic! Esto es lo que vende España: cachondeo, ocio y pelotazo urbanístico. No nos engañemos, llegan porque allí llevan meses con los bares cerrados y aquí hay que mantener el motor económico del país: los cubatas y los gin-tonics. Igual habría que encontrar otro modelo productivo y dejar de poner copas a todos los beodos de Europa. ¡Atención! ¡Última noticia! Los españoles empiezan a salir al balcón a las ocho de la tarde para aplaudir a los turistas.

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